domingo, 3 de mayo de 2015

NO SIN LOS PADRES


Bruno d’Halleux
Desde la fundación y los inicios de la institución, el trabajo con los padres se puso en primer plano, como una condición sine qua non para un trabajo posible con el niño. Antonio Di Ciaccia señala que el lugar hecho a los padres constituye uno de los puntos decisivos para hacerse cargo de los niños.
Dos extremos
En el trabajo con los padres encontramos una variación de posiciones cuyos extremos pueden resumirse de la siguiente manera: uno de ellos se considera que los padres están directamente implicados en los trastornos de su hijo y exige de ellos un trabajo sobre sí mismos; en el otro extremo se los desresponsabiliza y se los asocia al tratamiento de su hijo –el método Teacch es el modelo de esto.
Estas dos posiciones extremas revelan un mismo impasse, son segregativas e imaginarias. La primera supone a los padres responsables de los trastornos de sus hijos, luego incompetentes; la segunda les hace creer que es posible ocupar una función de “co-terapeuta”, de acumular los roles de padre, educador, pedagogo y terapeuta.
¿Cómo evitar esas dos posiciones? ¿Cómo no caer en el terrorismo terapéutico con respecto a los padres, ni llevarlos a encarnar un Otro completo para su hijo? ¿Qué lugar atribuirles en el trabajo con su hijo? ¿Cómo crear un campo que sea discontinuo y que pueda servir al acto del niño, donde el equipo se haga partenaire de los padres en el trabajo con el niño? ¿Cómo pensar una clínica donde padres, niños y educadores puedan trabajar en una posición de exclusión interna, una posición que los descomplete a los unos y a los otros?
El lugar que los padres tienen el derecho de ocupar debe ser “homogéneo” a la clínica exigida por la práctica con los niños psicóticos. Nuestra clínica se inspira en las enseñanzas de Freud y de Lacan. No es analítica en el sentido estricto del término, pues dejarse enseñar por el psicoanálisis no implica necesariamente aplicarlo. Por otra parte, las condiciones de puesta en práctica de la cura analítica no existen en nuestro campo. Por ello, Antonio Di Ciaccia ha inventado una práctica inédita, que Jacques-Alain Miller llamó en 1996 “la práctica entre varios en institución”.
LA PRÁCTICA ENTRE VARIOS
Ya Freud había aislado “el hecho de que las psicosis son, de manera general, inaccesibles a la terapia analítica”, porque falta a los sujetos psicóticos, decía él, “la energía pulsional necesaria para imponer el cambio”.
Jacques Lacan, en otros términos, pone el acento sobre el mismo impasse. Hablando de los niños autistas, dirige el siguiente señalamiento: “Esos niños no les escuchan porque ustedes se ocupan se ellos. No obstante –añade- hay ciertamente algo para decirles”.
¿Qué hay pues para decir a esos niños y cómo hacerlo sin ocuparse de ellos?
La fundación de un equipo
La práctica entre varios, tal cual se realiza en la Antenne 110, intenta parar lo que hace obstáculo en el trabajo con los sujetos psicóticos: la transferencia. Es un útil forjado para operar sobre el Otro del sujeto psicótico y sobre el saber que le es supuesto.
Este útil, señalémoslo, opera, no tanto por el hecho de que son varios los que trabajan con el niño, sino por la destitución introducida por el hecho mismo de ser varios: cuando se son varios, nadie puede identificarse al único que sabría y todos se encuentran marcados por una cierta pobreza en cuanto al saber. Una pobreza que enseña a “saber no saber”.
Ese saber particular constituye el mínimo requerido para trabajar con el sujeto psicótico sin “ocuparse de él”, para tener una oportunidad de ser asociado a su acto y de oponerse el impasse que puede presentar la transferencia para ese sujeto.
Además, antes de comenzar el trabajo con los niños psicóticos, Antonio Di Ciaccia se preocupó, antes de nada, de fundar un equipo de educadores, un equipo en consonancia con la posición exigida por el trabajo con esos niños.
La fundación de los padres
Igualmente, juzgó necesario, antes de trabajar con los niños, tomar en consideración a sus padres, incluirlos en el campo de la práctica entre varios requerida para ese trabajo. Precisamente, les hizo entender que ese trabajo no es posible sino conn la condición de que se pueda contar con ellos. Es decir, que les pidió acudir a hablar de su hijo. Pero, seamos precisos, esta demanda dirigida a los padres no apunta a llevarles a pedirnos una psicoterapia o un psicoanálisis, ni tampoco a asociarlos como co-terapeutas. Esa demanda realiza, ante todo, una operación sobre nosotros mismos.
Apunta –en un primer tiempo lógico- a precipitarnos a una posición que nos lleva a hacer un lugar a los padres como sujetos, y –en un segundo tiempo lógico-, a asociarles como partenaires de su hijo, que les invita a situarse con nosotros del lado del Otro en relación a su hijo.
Si esta demanda realiza una operación sobre nosotros mismos, es en la medida en la que exige también y de una manera necesaria, que nosotros sepamos no saber.
Y, en efecto, en la medida en que aceptamos hacernos cargo de su hijo, el saber hace siempre retorno en el encuentro con los padres. El hecho mismo de hacernos cargo, que significa implícitamente un fracaso de los padres en sus tareas educativas, introduce de entrada la suposición de que nosotros sabemos “ocuparnos” de su hijo. Y esta suposición, no solamente destituye a los padres en cuanto a su función, sino que aún más, puede llevarles a pensar que nosotros gozamos de su hijo y comprometer el trabajo con este.
Al principio, cuando los padres nos confían a su hijos, generalmente no están seguros de su elección. Y tienen razón, no nos conocen. Nos ponen a prueba, quieren saber, controlan, verifican. Más bien que tomar esas diferentes manifestaciones como otros tantos caprichos, lo tomamos como un interrogante sobre nosotros mismos, sobre nuestro eventual capricho, sobre nuestro eventual saber demasiado completo que les destituiría de su propio saber. Tenemos que formularnos la cuestión de saber si hemos forcluído a los padres, si hemos saltado un tiempo lógico fundamental, el de su fundación como sujetos y como Otro de su hijo. Esta fundación es necesaria para su consentimiento.
LOS PADRES COMO SUJETOS
Para que los padres puedan concedernos su confianza y aceptar que trabajemos con su hijo, es preciso ante todo que nosotros les abordemos a ellos mismos como sujetos, que les fundemos como sujetos. Y para fundarles como sujetos, es preciso que hagamos recaer la barra sobre nosotros. Lo hacemos en la medida en que no nos tomamos por el sujeto supuesto saber lo que convendría a su hijo.
Despleguemos la demanda que dirigimos a los padres: “Vengan a hablar de su hijo, porque son ustedes los que saben”. Esta demanda es la de un saber. Ella instituye a los padres como una excepción en cuanto al saber.
El equipo, que se empeña en saber no saber, sitúa pues un cierto saber del lado de los padres. Les hace entender que no se deja enseñar únicamente por Freud, Lacan, Miller o los niños, sino que debe igualmente dejarse enseñar por ellos, e incluso que sin su contribución se encuentra en un impasse.
Les hace igualmente entender que, no sólo ellos saben, sino que además ellos tienen el derecho de saber, de conocer el trabajo que hace su hijo, y de evaluar éste, el derecho de visitar la institución, de encontrarse con el equipo de los educadores y con los otros niños.
Nosotros diremos que es el saber y el derecho a saber que atribuimos a los padres, lo que los instituye como sujetos, en el tiempo mismo en que ellos nos limitan y nos destituyen como rivales potenciales. Este lugar hecho a la enunciación de los padres, labra un camino que orienta y limita al equipo, asegura una falta sin la cual el equipo no puede operar. Y, de hecho, si el saber atribuido al equipo no es mermado de alguna manera, se volverá amenazante y los padres deberán defenderse de él. Es decir, que cuando la institución acepta a un niño, ella debe siempre medir y desbaratar el impasse que ella misma crea por el hecho mismo de esta aceptación.
LOS PADRES COMO OTRO
A menudo, los padres nos transmiten su desconcierto frente al rechazo y las respuestas agresivas de su hijo.
Entonces, ¿hay que aconsejarles, darles instrucciones, remitirles a ellos mismos?
Diremos primeramente que se trata de no confundir el saber anticipado de las hipótesis de Freud y de Lacan con el saber inconsciente de los padres y el lugar que el niño ocupa en ese saber.
El saber de los padres, no lo interrogamos, salvo si ellos quieren hablarnos de su posición subjetiva.
Por el contrario, consideramos que el saber teórico no es un patrimonio reservado sólo a los practicantes. Así, cuando los padres nos piden que les expliquemos lo que hace síntoma en su hijo, nosotros no retrocedemos en tratar de transmitirles lo que hemos captado, en compartir las enseñanzas de la clínica y de nuestra referencia al psicoanálisis. Con los medios del borde, de los círculos de Euler especialmente, nos ocupamos, por ejemplo, en transmitir las dos operaciones fundamentales de causación del sujeto: la alienación y la separación.
Sucede a menudo que los padres nos piden un diagnóstico o aún que estén bajo el peso de un diagnóstico dado por un especialista. En lo que a nosotros nos concierne, no damos nunca un diagnóstico y desconfiamos del efecto mortífero introducido por términos como aquellos de autismo o esquizofrenia. Preferimos a propósito de su hijo, hablar de un sujeto que está al trabajo para resolver sus dificultades.
Es decir, que si compartimos lo que hemos aprendido, velamos sobre todo por no transmitir nunca, bajo la forma de instrucciones, lo que sería un saber preformado sobre el niño. Más bien, tratamos de permitirles entrever la opacidad de lo real en la cual está su hijo. Por ejemplo, podemos tratar de hacerles comprender, de manera metafórica, aquello de lo que se trata con el concepto de forclusión.
En fin, les hablamos de nuestras estrategias, les decimos cómo nos ocupamos de saber no saber para hacernos partenaires del trabajo de sus hijos. Y estamos muy atentos, desde esta óptica, a dejarles inventar sus propias maniobras, a animarles a poner en práctica su táctica, en el estilo, el tiempo y el lugar que elijan. Brevemente, incluimos a los padres en el juego de la práctica a varios, lo que de manera general, genera su sorpresa.
Se sorprenden de escucharnos hablar de su hijo como de un sujeto al trabajo, y se asombran de que le tratemos como a un niño normal. Se sorprenden de nuestra lectura, y se asombran por la justeza clínica, por el esclarecimiento que ésta da a tal detalle. Se sorprenden por su hijo, quien poco a poco se abre a la presencia del otro, y lo descubren bajo otro aspecto. Se despierta su curiosidad, surge un deseo de saber. Vislumbran que es posible situarse de otra manera, encarnar a un Otro diferente para el niño, lo que permite otra cosa. Y ese deseo de saber, señalémoslo, que surge en los educadores o en los padres, alivia siempre al niño de su presencia demasiado masiva.
Así, la madre de Cesco que no cesaba de someterse a las exigencias de su hijo. Un día, ella se autoriza a decirle “no”, y esto –dice- porque estaba muy cansada y no podía más. Se sorprende entonces por la reacción de Cesco quien, en lugar de hacer su enésima crisis, se calma y se ocupa de ella. Acababa de verificar lo que le había sido transmitido en sus encuentros con un miembro del equipo: que la mejor manera de abordar a su hijo consistía en encarnar a un Otro barrado, en dificultad, que no sabe. Acababa de aprender, en acto, que la aceptación de los límites por parte de su hijo pasaba por la posición subjetiva de ella, que ella podía hacer valer su enunciación con la condición de hacer recaer una barra sobre sí misma, de encarnar a un Otro regulado e incluso en dificultades en cuanto al saber. Acababa de aprender a hacerse partenaire de su hijo como sujeto, más bien que encarnar al Otro del todo saber que se completa con su objeto, el niño.

LAS DIFERENTES ETAPAS DE LA ACOGIDA
Nos ocuparemos ahora de las diferentes etapas ante una demanda de inscripción en la Antenne.
Un primer encuentro
En un primer tiempo el director terapéutico se encuentra con el niño y sus padres; esto sucede en su casa, fuera de la institución, para evitar al niño el contacto con un número demasiado grande de personas.
En este primer encuentro, el director terapéutico se limita a dar un máximo de informaciones sobre la Antenne. Explica nuestra organización, nuestra práctica, nuestras obligaciones con respecto al niño y los padres, y el derecho de estos últimos a decidir, en el momento que les convenga, la inscripción de su hijo en la Antenne. Les anima a no precipitar esta inscripción, a tomarse el tiempo necesario para asegurarse de que se trata de una buena decisión.
Este primer encuentro no compromete nunca a la Antenne ni a los padres. Y generalmente, los padres son sensibles a esto.
Por otra parte, el director terapéutico encuentra la ocasión, durante este primer encuentro, de conocer al niño. No formula sino algunas preguntas sobre éste a los padres. Por el contrario, habla con él, le da la palabra, le permite visitar su casa, eventualmente le acompaña de una punta a otra. Puede así hacerse una idea de las dificultades del niño, verificar si estas son susceptibles del trabajo intensivo que se realiza en la Antenne o, por el contrario, si es preferible reorientarle hacia una estructura más ligera.
Porque están especialmente atentos, los padres descubren entonces que hay un lugar para su hijo. Se sorprenden de su docilidad, su paciencia, se sorprenden de que se dirija a él como a cualquier otro niño, de que le de la palabra. Se asombran cuando su hijo se aproxima, intercambia una mirada, interpela, como si hiciese eso desde siempre.
Y sucede que este encuentro, posteriormente, adquiere el estatuto de un primer jalón al que los padres harán referencia como a un encuentro que les marcó, tanto en lo que respecta a ellos como a su hijo.
La visita a la Antenne
Después de este primer encuentro con el director terapéutico, si los padres mantienen su demanda, proponemos entonces a los padres un segundo encuentro, esta vez en la Antenne. Es importante que ellos puedan visitar la institución, los diferentes lugares detrabajo, los talleres, las habitaciones, los cuartos de baño, que se encuentren con los diferentes responsables de la Antenne e igualmente con los otros niños que trabajan allí.
En esta ocasión, muy a menudo, nos preguntan si las dificultades de los otros niños obstaculizarán el trabajo de su hijo. Quieren saber lo que nosotros hacemos para evitar que su hijo no coja los “tics” de los otros.
Les explicamos entonces que estamos atentos en prevenir las identificaciones laterales regresivas y en favorecer otras. Les recordamos la necesidad de tomarse su tiempo antes de decidir.
Tres días de observación
Si los padres desean continuar con el procedimiento, proponemos en un tercer tiempo, tres días de observación durante los cuales su hijo vendrá a descubrir la Antenne como externo. Se le da la oportunidad de trabajar en los diferentes talleres y de encontrarse con los diferentes educadores.
La reunión de equipo
Tras esta observación, compartimos en reunión general los elementos en los que hemos reparado y que nos permiten comenzar a cernir la posición subjetiva del niño. Verificamos si sus dificultades justifican un trabajo intensivo en institución y si estamos preparados para trabajar con él. Discutimos sobre la necesidad del internado. Muy a menudo, las dificultades del niño necesitarán de una acogida en internado, pero los padres no siempre se sienten dispuestos para separarse de su hijo durante toda la semana. A veces les hace falta un año o dos para consentir al internado. En esos casos, el niño acude primeramente como externo.
La elección de los padres
La directora comunica entonces a los padres la respuesta del equipo. Esta es casi siempre positiva. Indicamos también nuestra posición sobre un acogimiento en internado o como externo. Pero recordamos a los padres que la elección final les corresponde a ellos, y que no se trata de precipitar la decisión.
Una lógica del tiempo
Y, en efecto, es preciso el tiempo para que las etapas lógicas de un acogimiento sean respetadas: los padres necesitan el tiempo de ver nuestras posiciones y nuestra orientación, el tiempo de encontrarse con el equipo y con los otros niños; les hace falta el tiempo para comprender lo que han visto; y , en fin, les hace falta el tiempo para concluir a partir de lo que han comprendido.
Es con la condición de respetar el tiempo lógico necesario para el razonamiento, como tenemos una oportunidad de abordar a los padres como sujetos y permitirles hacerse partenaires de su hijo.
Un ejemplo
Tomemos un ejemplo, el de los padres de Joe, que tomaron en serio la demanda de venir a hablar de su hijo, y que se encuentran regularmente con un miembro del equipo.
Antes de venir a la Antenne, Joe estaba ya en terapia. La hacía con sus padres y un terapeuta de familia. Su madre estaba en análisis desde hacía veinticinco años, y su padre acababa de comenzar un análisis. En nuestros encuentrso, aparecían grandes divergencias entre el padre y la madre. Esta pide entonces venir a hablar ella sola, y su marido hace lo mismo. Ella comienza a hablar de sus impasses con Joe y rápidamente acaba hablando de sus propios impasses: “Ve usted –dice-, yo no tengo límites, no sé decir que no. Estoy como invadida, no puedo mas”.
Cuanto más intentamos que nos hable de Joe, más nos habla de sí misma. Esta angustiada, su Otro no tiene límites. Quiere un diagnóstico para su hijo. Nosotros evitamos responder en términos de psicosis o autismo, y le hacemos partícipe de la lógica que interviene en las operaciones de Joe. Le transmitimos también la función que nosotros tratamos de encarnar para el sujeto. Ella nos pide entonces aclararle sobre la función del Otro que debería encarnar para su hijo. Cae su angustia, y pasa al entusiasmo: “La semana pasada, usted me dijo una frase que yo esperaba desde hace veinticinco años. Me dijo que lo que debe hacer límite para cada uno es lo que debe hacer límite para el Otro. Fíjese, yo tengo el mismo problema que mi hijo, no sé encontrar mi lugar, soy psicótica”. Por su parte, el padre de Joe encontró, él también, una nueva manera de hacer con su hijo. Mientras que antes debía permanecer largas horas junto a él hasta que se dormía, se autoriza ahora a decirle que “debe” sacar la basura tal como le ha prometido a la mamá de Joe, quien le deja entonces marcharse.
Esta secuencia ilustra los dos tiempos que introducimos: el tiempo de los padres como sujetos, particularmente ilustrado en el encuentro con la madre, y el tiempo de los padres como Otro, dejándose regular por la enunciación de Joe.
EL METODO TEACCH
El trabajo con los padres en la Antenne, ¿es diferente de aquel que se practica en el marco del método Teacch?
Nacido en reacción a Bruno Bettelheim y a la segregación de los padres, el método Teacch también propone incluir a los padres en el trabajo con el niño. Como en la Antenne, hace de ellos partenaires. Pero todo el parecido se detiene allí.
En efecto, en el método Teacch, se sabe el camino que el niño debe seguir, se sabe el tiempo, los lugares y el proceso lógico de su aprendizaje. Se conoce el “método”, no se interroga la causa. Y se asocia a los padres al método, se les incita a colaborar al condicionamiento, al aprendizaje forzado sin sujeto. Esta posición está en el extremo opuesto a la clínica del sujeto, tal como la promovió Lacan.
En la práctica entre varios se opera también a partir de un saber, pero de un saber que es bien particular: se trata de un “saber no saber en el lugar del sujeto”, necesario para que surja en el niño mismo un gusto por el aprendizaje. No se condiciona, no se impone el aprendizaje desde el exterior, uno se ofrece como partenaire posible para el niño, como partenaire que se regula al tempo de su elaboración. Y, destacamos, cuanto más elabora el niño, más surge en él el deseo de aprender.
Por otra parte, si se asocia a los padres al trabajo de su hijo, es en la medida en que se les transmite ese saber no saber que no implica ningún dominio sobre él.

Traducción: Gracia Viscasillas

* Texto publicado en francés en la revista Préliminaire nº 13. 2001. Traducción autorizada amablemente por el autor