viernes, 27 de junio de 2014





Los analistas deben opinar sobre cosas precisas, empezando por el campo
de las psicoterapias, desde donde se incide en cierto modo en la salud mental,
y sin olvidar esas formas nuevas de consideración o de transformación
científica de los ideales, del padre como ideal. Ahora la cuestión no es hacer
declaraciones en la cultura sobre qué es el padre. El problema es incidir sobre
la opinión; decir si ha de saberse o no el nombre de quien cede sus
espermatozoide s en un sistema de procreación asistido.
Es así como se transforman las técnicas. Mientras que si uno se mantiene
en los media dando sus opiniones en términos generales, no tiene ninguna
incidencia en el campo de la salud mental, ni tiene ninguna incidencia en la
forma de civilización que nos corresponde. Solamente opinando sobre cosas,
sobre determinadas transformaciones técnico-científicas de los ideales y el
nuevo aparato social que se produce, sólo así llegaremos a tener influencia, y
no únicamente en los comités de ética.(1)

(1)Extracto  de   “Psicoanálisis y Salud Mental” - Eric Laurent-







martes, 17 de junio de 2014

Una modalidad de la transferencia: la pluralización


Marcela Errecondo
Claudia Lijtinstens
Marita Manzotti
Oscar Sawicke 



Introducción 
Trataremos de dar cuenta en nuestra comunicación de las nuevas formas de transferencia, que nos conducen a implementar diferentes modalidades  de abordaje-  en dispositivos no tradicionales.
Los que nos hemos reunido para elaborar esta presentación trabajamos en instituciones, y reconocemos  la fuerza que en la misma cobra el “para todos” al que la practica sanitaria empuja. Es en tensión permanente con ello que, desde la invención de diferentes  dispositivos que permiten un tratamiento de lo real “que se presenta de manera desbordante en los sujetos que consultan  nos proponemos sostener estructuras de funcionamiento menos crueles” 1 para estos niños.
Por la vía de una oferta sostenida por un colectivo o pluralidad de integrantes particularizaremos la oferta de una transferencia pluralizada, que aloje a los niños reconociendo su estatuto de sujetos.  El dispositivo soporte, la práctica entre varios, el trabajo en equipo, dan cuenta de esto.2
Al señalar las dificultades en la instalación de la transferencia que presentan estos sujetos y las formas en que los diferentes dispositivos tratan esta dificultad articularemos los desarrollos de la teoría y la clínica de la orientación lacaniana del Campo Freudiano y expondremos  algunos de los resultados terapéuticos obtenidos.  

Formas de la transferencia 
Sabemos que la transferencia es la relación al Otro en su vertiente de saber y amor, vía el sujeto supuesto saber. Recordemos que el Otro tiene una cara simbólica que cubre o regula la cara de goce. Al fracasar la cara simbólica -lo que se da en psicosis-, el goce se encuentra en primer plano desregulado. La transferencia tomará entonces formas erotomaníacas, persecutorias, con diferentes matices según la modalidad de relación del sujeto al Otro y al cuerpo.
Generalmente la modalidad psicótica nos revela modos máximos de sufrimiento respecto de ese Otro. Un padecimiento que toma la forma de una angustia deslocalizada que invade a estos sujetos a la manera de un padecimiento infinito en el cuerpo y en el pensamiento, produciéndose una propagación difusa de los mismos, sin que ningún simbólico atenúe o filtre tal tendencia. Fracasa la significantización, es decir sus significantes no están ligados por una significación que los regule para leer los acontecimientos del mundo.
El autista, al que ubicamos en la vertiente de los -trastornos de la subjetivación-, presenta una particular desestimación a la afectación del trauma. Al no quedar afectados por la marca de lalangue que orada el cuerpo, produce un fracaso en la operación de corporización3 lo que implica que su cuerpo no está agujereado y hay en ellos un exceso de goce presente en toda la fenomenología corporal que permite pensar la continuidad entre los registros  imaginario, simbólico y real.
En estos niños lo imaginario queda desarticulado y lo simbólico, dado el rechazo radical que opera en torno al mismo, no incide en el recorte y vaciado de goce del cuerpo, verificándose así una perturbación del cuerpo que no hace “síntoma”, esto es que al no corporizar deja a estos sujetos fuera de todo lazo social, es decir, fuera de discurso.
Esto imposibilita la instalación y la utilización de la transferencia de manera tradicional.
¿Qué particularidades se presentan, entonces, cuando la institución misma se anuda al psicoanálisis aplicado de la orientación lacaniana? 
Como lo señala Jacques-Alain Miller podemos ubicar en el Otro el  lugar y el puesto4, que retoman el Otro del lenguaje y el Otro de la palabra. A nivel del lugar, lo simbólico mantiene distancia con respecto a lo real, se presenta como un sistema y lo vemos cuando un sujeto aprende el recorrido de las líneas de colectivos, las calles de una ciudad, el sistema de tuberías de una casa, la clasificación de animales, etc. A nivel del puesto en cambio se produce la coalescencia del Otro y el goce, porque está encarnado en alguien, el terapeuta, la maestra, etc. y lo pulsional es difícil de velar.
De esto podemos deducir ciertas indicaciones, una con respecto al lugar del sujeto supuesto saber en la institución y otra con respecto a la posición de los llamados operadores o intervinientes ante el sujeto psicótico. 

El lugar del sujeto supuesto saber
En los dispositivos para la psicosis, instalar el sujeto supuesto saber produce una coalescencia con el goce que perturbará indefectiblemente a los sujetos psicóticos.
Así mismo, sabemos de la importancia del saber expuesto en el seno del equipo, las lecturas, los debates, la elaboración de lo que el psicoanálisis nos enseña y nos orienta, enmarcado en la transferencia de trabajo, como hipótesis anticipadas y elaboración de los conceptos, de la lógica y la topología.
Apoyándonos en el saber expuesto -un saber sobre las psicosis, su estructura- tratamos de lograr la mejor posición para operar ante un sujeto psicótico. Así el dispositivo -la institución- y sus integrantes pueden sostener  su función de partenaire y aprender lalengua particular de ese sujeto.
Al tomar distancia posible del sujeto-supuesto-saber y proponiéndole un saber abierto, expuesto a la sorpresa, al estupor, a los avatares de la clínica hacemos lugar para que el sujeto psicótico pueda construir su saber no-estándar -. Se trata de un saber no mediado por la significación fálica-, que da cabida a la singularidad y  evita toda identificación a un rol o rendimiento esperado. Para esto es necesario privilegiar la relación y el funcionamiento de cada sujeto con su goce y con el Otro. Este saber no-estandar  le permitirá introducir un “como si” de barra en el Otro y un “como si” de lazo social.
La reunión general, el hipotetómetro, la reunión clínica, dan cuenta de este espacio dedicado al saber expuesto. 

Dispositivos no tradicionales 
Nos encontramos, entonces,  con otra vertiente del psicoanálisis,  no la que toma el dispositivo inventado por Freud para las neurosis, sino la que nos puede dar una orientación para una acción, para una traducción institucional, o una acción y una política en el síntoma social.   
Vemos la utilidad de las dos valencias de lo simbólico: el lugar y el puesto, o el Otro de la palabra y el Otro del lenguaje. En el autista ubicamos el  recurso a lo simbólico en tanto que lugar, en tanto que red, desde el momento que aplica la alternancia repetitiva a su cuerpo, a un objeto a un apéndice que necesita estar regulado y no tener un funcionamiento caprichoso, caso contrario se dan las crisis.
Constatamos que cuando el autista recurre a lo simbólico  en tanto que puesto es mucho más riesgoso y peligroso por el valor de real que toma. Por lo cual nos parece importante que el lugar esté separado del puesto.  Señalemos que esta es una fundamentación para el ‘mas que uno’ o los varios intervinientes, acompañantes, terapeutas.
Entonces, antes de empezar a trabajar, tenemos que preguntarnos en qué posición está el sujeto en relación  al campo de la palabra y del lenguaje.
Cuando la relación del sujeto con respecto al símbolo, a la palabra, al significante es muy frágil (como por ejemplo en el autismo), nos inclinamos por las prácticas que ponen en primer plano esta disyunción del lugar y el puesto, la intercambiabilidad y la des-especialización.
En los casos de sujetos psicóticos que tienen una relación a la palabra, al símbolo, al significante y al lenguaje no tan frágil  hay mayores posibilidades de establecer diferencias de especialidades, como por ejemplo el psiquiatra, la asistente social, la enfermera, el psicólogo o el psicoanalista, los diferentes talleres, etc. Ahí es necesario mantener el lugar de cada uno y el del psicoanalista que lleva adelante la oferta de tratamiento.
Podemos ver, entonces  una  variación y una variedad de la pluralización de la transferencia según los recursos del sujeto.
Veremos como los diferentes dispositivos eficaces en psicosis tienen en cuenta estas coordenadas:
La fundamental requiere que quien trabaje con estos sujetos tiene que encontrar una forma de quedar amputado del ‘goce de mas’-descompletados de un saber, de una voluntad, de un querer- del goce nocivo.
Para esto contamos con la pluralidad de operadores y un espacio de trabajo y elaboración clínica (hipotetómetro, reunión clínica, reunión general, etc.), espacio que nos permitirá presentarnos con un menos o un goce regulado. 

Resultados terapéuticos  
Una existencia basada en el significante es más agradable que una existencia que está en el eje del puro goce, por lo tanto se tratará de inducir a los chicos hacia el lenguaje lo cual no implica inducirlos hacia el dispositivo analítico. Se trata mas bien de la vía de la sinthomatización en donde el cuerpo y el significante que lo parasita están anudados por un gozar específico de lalengua. 
Un niño vocifera: “¡calláte, llorá, reí, dormí!” cada vez que el otro no responde a sus indicaciones. Este imperativo se impone cuando eso no se produce, acompañado de empujones, gritos y golpes para que el otro entre en el lugar donde él sustrae el cuerpo. El equipo a partir de la localización en un detalle- del signo de la relación del sujeto con el goce en el “imperativo categórico kantiano”- articula un espera anticipada  a la indicación de los imperativos con un cierto matiz: dormí, reí, llora pero lo hacen produciendo un malentendido; se ríen llorando, se duermen riendo o lloran durmiendo.
Ante esta situación, se produce un efecto de sorpresa, queda desconcertado, detiene su serie y se ríe. Podemos ver cómo con esta intervención se produce un “efecto sujeto”, un encuentro que acota el goce.
Una invitación a operar a partir de los modos de producción que cada niño sostiene, apoyándose en una hipótesis anticipada producida en el espacio de trabajo del equipo tratante, aun cuando dejen fuera al Otro y cierren el circuito de producción autista sobre sí mismos, les permite a estos sujetos confrontarse  en un encuentro tolerable, soportable, -no por eso menos problemático-, con su propia decisión. Cierto efecto de afectación del cuerpo le permitirá un vínculo tolerable, desde dónde se podrán medir los efectos terapéuticos para estos sujetos. Esta invitación es sostenida en distintas maniobras realizadas por los terapeutas que siempre se presentan ‘mas que uno’.  
Lidia llega a la institución con 13 años, derivada por un juez de menores a raíz de episodios de maltrato en el seno de su familia. Su operación de autodefensa del goce del Otro la mostraba renuente a todo contacto con los demás, esquiva a la iniciativa del Otro. 
A través de la palabra intentaba quitarle consistencia al Otro, intentando unir los dos polos de la sexuación humana, para llegar a confundir (o fundir) la diferencia sexual, no aceptando la no-relación e intentando una sutura simbólica de la misma, a través de una serie de significantes metonimizados, por ejemplo: la Vega viraba a Diego de la Vega, y de allí a El Zorro (vulgarmente  genital femenino) sin llegar a anclarse en ninguno de ellos.
La aproximación cautelosa de los intervinientes se valió de algo siempre repetido por Lidia y era la referencia a que’ la charlaban’, término teñido de características de injuria que la hacía objeto de un mortífero maltrato por la palabra. Así se instaló lo que ella denominó ‘el charlatorio’. Este neologismo daba nombre a aquello en lo que se convirtió la institución para ella: el lugar en donde ir a relatar sus ocurrencias, en las que siempre había un maltratado o ella era  ‘maltratadora’. Cuando se quedaba sin material narrativo, sus acompañantes estaban obligados continuar el relato, dictando siempre ella los cánones del mismo, en el cual el terror, la violencia, la traición debían siempre estar presentes. Esta invención del sujeto sostenida por la institución-partenaire, posibilitó que Lidia hablase, riese, mirase a los compañeros e intervinientes, cada vez más desenvuelta a medida que este encuentro de palabra original se ponía en práctica.
Es a partir de este entramado simbólico- imaginario que se fue construyendo, que Lidia consintió un vínculo diverso al Otro. El resultado fue un viraje - tomando apoyo en una identificación erigida a partir del ingreso de una paciente de su misma edad, de características muy extrovertidas y marcadamente femeninas - en su semblante sexual. El mismo fue provocando, a medida que entraba en ‘el molino del charlatorio’,  la desaparición de las referencias a los personajes ambiguos en cuanto a la sexualidad, acompañado por otro lado de una transformación llamativa de su apariencia.
Estas dos viñetas intentan dar cuenta de cómo el psicoanálisis por la vía de un oferta sostenida por un colectivo o pluralidad de integrantes particulariza la oferta de una transferencia pluralizada, y  aloja a estos niños reconociendo su estatuto de sujetos. 
Es en esta oportunidad, donde la puesta a prueba del psicoanálisis sostiene en las  invenciones posible el “No hay estándar. La única regla para el analista lacaniano es: No a la indiferencia”5. Sostener, alojar, disponer de un espacio, en dispositivos donde sus integrantes pueden aprender lalengua particular de ese sujeto es la vía que el psicoanálisis aplicado habilita para que estos sujetos encuentren la manera de “inventar un artificio que les sirva de punto de detención para la deriva de su vida”.6 





Notas
1. LAURENT, Eric. “Usos actuales posibles e imposibles del psicoanálisis”. Colofón Nº 24.
2. Remitimos a los artículos pertinentes de los autores.
3. MILLER, Jacques-Alain. “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo”.
4. MILLER, Jacques-Alain. “El lugar y el lazo”.
5. LAURENT, Eric. “Los inclasificables de la clínica psicoanalítica”.
6. ESQUE, Xavier. “La puesta en acto de la realidad del inconsciente en la institución”. Colofón Nº 23.



[i] Trabajo presentado en XIV Encuentro Internacional del Campo freudiano Segundo Encuentro Americano Los resultados terapéuticos del psicoanálisis Nuevas formas de la transferencia 5, 6 y 7 de agosto de 2005 Centro Cultural General San Martín Buenos Aires | Argentina 

jueves, 12 de junio de 2014

Entrevista a Eric Laurent (psicoanálisis y salud pública)


Entrevista a Eric Laurent. El psicoanálisis debe formar parte de la sanidad pública.


"El psicoanálisis debe formar parte de la sanidad pública" entrevista a Eric Laurent
Entrevista realizada en Noviembre de 2007.


Al hablar de psicoanálisis, a todo el mundo le viene a mente Sigmund Freud y su diván... ¿Ha cambiado mucho la disciplina?
Sigmund Freud descubrió el psicoanálisis en la época victoriana, cuando las manifestaciones de la sexualidad eran reprimidas y ni a las mujeres ni a los niños se les atribuía una sexualidad. Freud constató que los trastornos generados por esta prohibición producían síntomas, que eran las grandes manifestaciones histéricas, sobre todo en mujeres. En nuestra época es justo al revés, hemos pasado de la prohibición a un empuje a tener una vida sexual activa, y casi desde la niñez hasta la vejez hay una presencia de la sexualidad en todos los ámbitos. La primera consecuencia es que se desplazaron los síntomas histéricos, que hoy casi han desaparecido. El psicoanálisis debe ahora, con un diván modernizado, abordar las patologías contemporáneas con los instrumentos derivados de la revelación freudiana.

¿El diván sigue haciendo falta, se utiliza siempre?
La presencia de la imagen es crucial en la sociedad actual; el diván representa el mundo sin imágenes. Freud, que era de tradición judía, conocía la oposición entre el enfoque sobre el texto y el enfoque sobre la imagen, de forma que la representación de la imagen está prohibida para dar la importancia no al cuerpo, sino al inconsciente. El diván desconecta el sujeto del cara a cara, de la mirada, de todo lo que puede suponer el énfasis de lo gestual, para pasar al enfoque de la razón inconsciente.
¿Quién puede beneficiarse del psicoanálisis?
Empezó en la época de Freud con todo el campo de las neurosis, la histeria o las neurosis obsesivas, pero después ha habido una extensión a patologías infantiles y a las psicosis, que antes condenaban al paciente al internamiento en un hospital psiquiátrico. Cuando surgió, tras los años cincuenta del siglo XX, la medicación, fue mucho más fácil mantener un diálogo con el sujeto psicótico, y ahora hay una cierta extensión del psicoanálisis a una serie de patologías que incluyen las adicciones en general.
Otra de las ideas que existen sobre esta terapia es su extraordinaria duración (muchas veces, incluso, puede tratarse de años), y la poca información que recibe el paciente sobre cómo marcha su tratamiento.
Los tratamientos del psicoanálisis siempre han tenido todo tipo de duraciones. Por ejemplo, el mismo Freud publicó el análisis del músico Gustav Mahler, que duró sólo una sesión. Hay casos que pueden durar unas sesiones y no se necesita más, otros en los que hay una duración determinada, como en los centros de psicoanálisis aplicado abiertos al público, donde es de cuatro meses, pero también hay análisis de larga duración. Pero sea de corta o de larga duración, hay un final, y es cuando el sujeto llega a estar lo bastante satisfecho con su vida.

Cuándo el paciente identifica lo que motivó su problema, ¿es el momento de acabar el análisis?
Precisamente eso es abierto. Hay un momento en el que se descubre el motivo del problema, y hay sujetos que con esto saben suficiente y lo dejan, pero otros quieren conocer más sobre ellos mismos y sobre la interrogación existencial de la condición humana. Pero siempre hay variaciones y cortes; el psicoanálisis no es un proceso continuo.

¿Cree que el psicoanálisis debería formar parte de las prestaciones de la sanidad pública?
Creo que sí; estamos haciendo un esfuerzo para tratar de encontrar un modo de ofrecer una cierta aplicación del psicoanálisis para que los pacientes interesados por esta terapia se puedan tratar dentro de la sanidad pública. También se pueden cerrar acuerdos con los centros de psicoanálisis aplicado, donde con un tratamiento de duración fija podemos ofrecer servicios que son muy apreciados por los pacientes.

¿Cómo valora la asistencia psiquiátrica que ofrecen los sistemas sanitarios públicos en la actualidad? ¿No hay un exceso de medicación?
La ultramedicación es hoy en día un problema fundamental, pero al mismo tiempo es una de las consecuencias de los avances de la medicina. Hay que usar los fármacos, sin ninguna duda, pero la distribución de antidepresivos, con protocolo de administración de tres o seis meses sin hablar con el paciente, tiene consecuencias. Hay que evitar los protocolos estrictos de prescripción o la extensión de los fármacos a todos los pacientes, ya que los medicamentos no son una panacea.

¿Qué queda por investigar en el campo del psicoanálisis?
Mucho; todo está por saber. Lo que sabemos es una mínima parte del misterio. Creemos que sabemos cómo pensamos, pero queda conocer cómo se articula esto con los afectos y lo que siempre queda en nuestro interior.

Usted representa al psicoanálisis de orientación lacaniana. ¿Cuáles son sus características principales?
Hay un debate entre los post-freudianos y los lacanianos sobre si el inconsciente se puede considerar como sólo lo que no es consciente. Nosotros creemos que, aunque hay muchas cosas que no son conscientes, como los movimientos involuntarios que impiden caerse al ir en bicicleta, este no es el inconsciente freudiano. La idea es que el inconsciente se estructura como un lenguaje que influye en todo el cuerpo. La orientación lacaniana trata de investigar esto.

En las facultades, la mayoría de los alumnos aprenden psicología desde la orientación cognitivo-conductual... ¿Está marginado el psicoanálisis?
La psicología experimental trata de marginar o dejar de lado el viejo modelo experimental para inventar nuevas terapias. Creo que esto es producto del momento y que el peso volverá a estar en el otro lado de la balanza.

¿Puede tener utilidad el psicoanálisis en personas sanas?
No sé lo que es una persona sana. La gente no va a un psicoanalista si no sufre de algo. El psicoanálisis, como curiosidad, sólo está en los libros.

¿Hace falta un psicoanálisis más accesible?
Este es precisamente el objetivo que nos hemos marcado para el siglo XXI, conseguir democratizar el psicoanálisis para que sea más accesible. Creemos que hace falta un psicoanálisis renovado que pueda responder a esta realidad.

jueves, 5 de junio de 2014

ORIENTACION ANALITICA EN LA INSTITUCION PSIQUIATRICA

                                                                                                   Alfredo Zenoni


            Les agradezco el haberme invitado hasta aquí[1] para trabajar con ustedes una problemática clínica y práctica que ahora se ha convertido, desde hace algunos años, menos marginal en el Campo Freudiano, de lo que lo era hace diez o veinte años. Sin duda, en el entre tiempo, una cierta idea del analista solitario, borrado, especialista de la des-identificación, que no tiene ningún ideal y que no cree en nada ha dejado el lugar a otra idea que es la que Eric Laurent evocaba durante una conferencia, la del analista ciudadano[2]
                Los analistas han comenzado a captar, o deberían comenzar a captar, que su deber no es solamente escuchar, encerrados en su reserva, sino saber transmitir en lo que concierne a la condición humana, eso que de la particularidad de un sujeto, del caso por caso, puede ser útil para un mayor número, para parafrasear lo que dice Lacan a propósito de la salida del discurso capitalista, "que no constituirá un progreso, si es sólo para algunos"[3].
                Hubo un tiempo en donde se pensaba que el analista se tenía que manifestar principalmente en el campo de la cultura. Nosotros creemos que tenemos que intervenir también en puntos mas precisos de nuestra sociedad y en particular en las redes de ayuda, en las prácticas institucionales y sociales, en la política de la salud mental, a fin que el respeto de los "derechos del hombre" no sea cortado de la dimensión del sujeto de la clínica, en un momento en que el discurso de la ciencia está en tren de fagocitarse toda la práctica psiquiátrica.

La antinomia psicoanálisis / institución

                Lo que ha podido alejar a los practicantes del análisis, de su intervención en el campo de la salud mental ha sido, entre otros, una formulación del problema en términos de relaciones de antinomia (o de compromiso) entre dos prácticas, la práctica del análisis y la práctica institucional.
                Se ha podido oponer, casi término a término, los objetivos de la institución de salud mental y los de la cura analítica, para remarcar lo inconciliable y concluir enseguida en la necesidad para el analista de una posición extra o anti-institucional (eventualmente y paradojalmente en el interior de la institución misma). Recordemos algunos de lo términos de esta oposición. La institución apunta a reducir la pregnanacia del síntoma, mientras que el análisis apunta a hacer emerger los significantes inconscientes y su ligazón pulsional. La institución quiere el bien y la salud del individuo, lo protege y lo ayuda, mientras que el análisis no apunta a ningún bien, sino solamente a la emergencia del deseo, que no excluye ni el malestar ni la angustia. La institución responde a la demanda, mientras que el analista por su escucha radical apunta a la raíz misma de la demanda. La institución en fin trata de reconstruir la unidad del sujeto, mientras que el análisis apunta a su división.
                La conclusión práctica que se deduce de esta confrontación puede llevar así a ciertos analistas a oscilar entre una actitud de rechazo o de crítica de la institución en tanto que lugar inapropiado al tratamiento psicoanalítico y una actitud de intervención, pero a condición de no ser parte del dispositivo institucional. Plantear el problema en estos términos comporta un doble inconveniente: ya sea dejar al mentado analista en su exterioridad absoluta, o incluirlo en la institución de un modo problemático, porque al querer diferenciarse de todo criterio de funcionamiento institucional, termina por suscitar una aversión hacia el psicoanálisis que lleva a su eyección. En los dos casos el psicoanálisis termina por no tener más ninguna incidencia ni en la clínica, ni en la práctica institucional.
                Si la cuestión de la relación entre el psicoanálisis y las instituciones se agota en la controversia alrededor de la posibilidad de practicar la cura analítica en instituciones, creemos que esto tiene que ver con el hecho de haber identificado rápidamente el discurso y la ética del psicoanálisis a su aplicación a la terapéutica individual, en particular del neurótico - como es sensible en la enumeración de las oposiciones mencionadas más arriba. Ahora bien esta identificación desconoce que las instituciones y las redes de ayuda no sólo reciben otras categorías sociales que las que habitualmente  se dirigen al psicoanalista -como Freud decía en Las nuevas vías de la terapia analítica, en 1918- pero son sobre todo destinadas a recibir, alojar y ayudar, en prioridad, otras posiciones subjetivas que la neurosis y responder a una clínica que está más bien constituida por el pasaje al acto, el acting out, el fenómeno psicosomático, la epilepsia, por ejemplo. Por otro lado, esta identificación  corre el riesgo de ignorar lo que la consideración del "malestar en la cultura" ha podido tener como incidencia en la teoría de las pulsiones y en la práctica del análisis en Freud mismo.
                El impasse de esta formulación se debe a la transposición pura y simple del trayecto de un analizante al esquema de la institución, lo que de un golpe reduce la definición de la orientación analítica de una institución al hecho de incluir en su seno un consultorio de analista.

                   sujeto______________ consultorio
(en la vida social)                               del analista

                Ahora bien, lo que esta transposición desconoce, es la razón misma de la existencia de la institución. Criticar las instituciones de atención y asistencia porque su marco sería desfavorable al discurso analítico, o no tolerar trabajar ahí  más que a condición que sirvan de marco al consultorio analítico, simplemente es no tener en cuenta la clínica que ahí se recibe. Ya que, antes mismo de apuntar a "tratar" al sujeto, la institución existe para recibirlos, ponerlos al abrigo o la distancia, ayudarlo o asistirlo: antes de tener un objetivo terapéutico es una necesidad social. Es la necesidad de una respuesta a los fenómenos clínicos, tales como ciertos estados de la psicosis, ciertos pasajes al acto, ciertos estados de deterioro psíquico que pueden llevar al sujeto hacia la exclusión social absoluta o hacia la muerte, que motiva la creación de una institución. Es un "deber de humanidad"[4].
                No se trata entonces de comparar la institución de atención a la consulta psicoanalítica -para decir que la primera no puede llenar la función de la segunda o que sólo es compatible si se convierte en la sala de espera de un consultorio de psicoanalista. Se trata de reconocer la diferencia entre dos aplicaciones posibles del psicoanálisis.
                La clínica puede permitir o motivar la entrada en la cura psicoanalítica, es una condición necesaria, pero no suficiente[5]. Algunas veces la clínica exige tambien la respuesta de una práctica social e institucional. No sólo por los fenómenos de delirio, sino que una respuesta tal es exigida por lo que, del goce retorne en el cuerpo y en el actuar: pasaje al acto suicida o peligroso, automutilación, agresión, y tambien: errancia, inmovilidad catatónica, estupor melancólico, pérdida de todo interés, ausencia de todo proyecto, uso desbastador de las drogas o el alcohol. Ahora bien, no es por el hecho de que una respuesta tal se inscriba en el discurso del amo que por eso no pueda ser orientada o esclarecida por el psicoanálisis, ni porque está orientada por el psicoanálisis que deba tener la presencia de la sesión analítica. Porque ésta exige condiciones precisas, como lo recordaba recientemente Antonio Di Ciaccia, que son deducibles del matema del discurso del analista.
                Cuando nosotros ubicamos en la base de la existencia de la institución su motivación clínica, podemos entonces proponer una tercera vía, otra manera de plantear el problema que el del eterno debate sobre la compatibilidad del psicoanálisis y de  la institución. Ya que la psicoterapia no existe y cuando las condiciones de la sesión analítica no se dan, podemos elegir una aplicación del discurso analítico a la práctica institucional como tal -que es una práctica colectiva "entre varios" - sin por eso excluir que se pueda aplicar en otra parte, por ejemplo en la entrevista individual. Nuestra opción no es tanto la de la integración del psicoanálisis a un conjunto, "interdisciplinario" de prácticas, sino la de una práctica fundamentalmente una, incluso si está ejercida entre varios, orientada por el psicoanálisis.

                                                          Psicoanálisis aplicado
                                                                   .                       .
                                                                 .                          .
                                                               .                             . 
                                                      Institución                      consulta

                Entonces, la cuestión no es saber si, y en qué medida, la terapia analítica puede ser practicada en medio de otras prácticas, sino si, y en qué medida el psicoanálisis puede ser aplicado a una práctica institucional: cuestión que concierne menos la intervención de una persona "con el título de psicoanalista", que la política del psicoanálisis, "el deber que le corresponde en nuestro mundo".

Clínica e institución

                En primer lugar, es a causa de un insoportable clínico que la práctica colectiva de la institución se instala y no en vistas de un objetivo terapéutico. Una práctica de alojamiento, de atención, de asistencia - y en la ocasión de internación- es necesaria cuando las modalidades desbastadoras  del "retorno en lo real" de la pulsión amenazan la sobrevivencia o simplemente la vida social de la persona que sufre. Falta de lo que, ella misma o su entorno corren el riesgo de estar expuestos  a consecuencias dramáticas. Una joven mujer, que vimos en una presentación de enfermos, y cuya posición subjetiva se traducía por la certeza de una fealdad y una monstruosidad tales que no se podía soportar sin la presencia de alguien que la ame a su lado, nos decía por ejemplo: "Fuera de acá, voy a decir que sí  a cualquiera y a cualquier cosa", y eso era lo que había pasado justamente antes de su hospitalización, lo que la lleva a afirmar: "Es por lo que yo quiero quedarme en el hospital".
                Recordar la motivación clínica de la existencia de la institución tiene la ventaja de evitar desconocer su función social irremplazable y entonces evitar su supresión -como ha sido el caso en Italia por ejemplo- . La institución no debe ser mantenida porque cura ni tampoco debe ser suprimida porque no cura.  Ya que en el primer caso, hay un gran riesgo en considerar como natural el hecho de quedarse en el hospital "por  duración indeterminada" y en el segundo, hay un gran riesgo de dejar a los pacientes librados a sus dificultades, ya sea en un retorno  a la familia o a su lugar natural. Estas dificultades los exponen a la errancia y a nuevos pasajes al acto.[6] Mantener esta función "social" es justamente lo que permite marcar un límite a una voluntad terapéutica, que sin este límite, corre el riesgo de transformar la institución en un lugar de alienación y de experimentación a ultranza. Tal vez no se ha suficientemente percibido que es a causa de esta confusión entre su función "hotelera", de "hospitalización" (en el sentido etimológico del término) y sus objetivos terapéuticos que la institución ha podido ser el objeto de críticas y de medidas de abolición.
                Por otra parte hacer valer la necesidad social de una práctica institucional en respuesta a ciertas consecuencias de la "forclusión de la pulsión" tiene la ventaja de desplazar el acento al seno del equipo tratante, de desplazar la jerarquía de competencias supuestas por los diplomas a lo real de una cuestión clínica compartida.
                Cuando el estado clínico de la psicosis puede permitir la transferencia sobre un analista no es necesario, ni siquiera aconsejable, que el sujeto esté instalado en una institución o insertado en una red de ayuda. El tratamiento de la psicosis no exige automáticamente una respuesta colectiva, como lo prueban los testimonios cada vez mas numerosos de curas de sujetos psicóticos en lo de los analistas. Incluso el sujeto se las arregla para crear alrededor de él una red de intervinientes (analista, psiquiatra, médico, trabajador social, etc.) que equivale a una institución invisible.
                Pero cuando esta posibilidad no es practicable, la clínica exige una respuesta que no puede ser ni la de un único practicante, ni la de un solo momento del día. Muchas veces la agitación, la injuria, la crisis "epileptiforme", la pelea, la interpretación persecutoria de un gesto,  no pueden esperar la entrevista del día siguiente. Entonces es necesaria una cierta forma  de dirigirse al sujeto, una cierta forma de intervenir o de no intervenir, un cálculo en suma, de la posición que conviene ocupar y que pueden ser requeridos de todo practicante, como tambien en los momentos del día que no coinciden con la práctica o con el momento de la consulta. Brevemente, la clínica exige  algunas veces una respuesta de tipo "hospital". Toda la cuestión es entonces saber si el psicoanálisis puede esclarecer, guiar, orientar la práctica hospitalaria como tal, si el psicoanálisis puede permitir ejercer una acción médica y una acción de ayuda y de asistencia, de alojamiento, que estén en condiciones de hacer lugar a la clínica del sujeto, tomando como referencia las diferentes modalidades del retorno en lo real de la pulsión, en el contexto de una vida institucional. Entonces ya no se trata de saber si y cómo el psicoanálisis puede tener "un lugar entre las otras prácticas  médico-sociales", sino si estas otras prácticas pueden ser ejercidas - en su motivación clínica y en su función social- teniendo en cuenta las hipótesis del psicoanálisis. Se trata de saber si los discursos que atraviesan una institución inscripta en el campo médico-social pueden ser orientados por las cuestiones del psicoanálisis, por ejemplo las cuestiones que la psicosis plantea al psicoanálisis, y no saber si la práctica de un psicoanálisis puede llegar a inscribirse entre estas prácticas.
                Cada practicante puede tener su propio estilo, su modo de estar presente, "distraídamente" o atentamente, su humor o su seriedad , cada practicante puede tener sus responsabilidades específicas, pero cada uno debe contribuir a presentificar una figura del Otro que permita al sujeto tener ahí un lugar  sin la ruptura del pasaje al acto. Aparece enseguida que presentificar una figura pacificante del Otro, promover una cierta "atmósfera" de vida en común, que haga la estadía más viable para todos, no es el deber de un solo practicante, sino que sólo puede proceder de una orientación de trabajo compartida por todos los practicantes, más allá de las competencias de cada uno. Es la naturaleza de la clínica que exige aquí una respuesta "entre varios", que exige la formación de un equipo.
                Así, la referencia tomada en lo real que motiva la existencia de la institución, transforma la cuestión de la relación "psicoanálisis e institución" (que está finalmente motivada por la preocupación identificatoria del practicante) en dos tipos de preguntas más concretas: por un lado, la de una aplicación posible del psicoanálisis a otra práctica, y por el otro la de la relación entre psicosis y psicoanálisis.

Comunidad de trabajo y tratamiento de las psicosis
               
                El interés renovado por la clínica en el campo institucional no está desconectado de una modificación interna en la enseñanza de Lacan de la teoría misma de la clínica.
En un  primer tiempo de esta enseñanza se puede llegar a concebir la psicosis en términos de déficit de la neurosis y entonces aplicar a la psicosis el psicoanálisis elaborado a partir de la clínica de las neurosis, con todas las objeciones o reservas que esto puede suscitar desde Freud. Pero un momento posterior de esta enseñanza nos sitúa en el hilo de un abordaje un poco invertido. Acá se trata más bien de aplicar la psicosis al psicoanálisis y de imponerle las inversiones conceptuales, las modificaciones teóricas y las consecuencias clínicas. La orientación de nuestra presencia en la institución se encuentra de esta forma modificada. Podremos pasar de un abordaje terapéutico, tal vez muy influenciado por aplicación de los conceptos pertinentes a la cura de la neurosis y en donde se importan en el dispositivo institucional la práctica del psicoanálisis -ya  sea de manera individual o para aplicar esas categorías sobre el dispositivo institucional mismo - a otro abordaje. Este abordaje es más "didáctico" para todos. Ya que es la psicosis que nos enseña sobre la estructura y nos enseña en cuanto a la solución y a la variedad de soluciones que es posible inventar, al problema de la inconsistencia de esta estructura misma.
Se deduce de esto que el campo de nuestra posición en la práctica institucional está balizada por dos vectores: por un lado lo que mantiene irreductiblemente intratable lo real de la clínica, es una confrontación con lo imposible que jaquea lo que Lacan llama en su Seminario La ética, la"pastoral psicoanalítica"[7]. Por el otro, la lección que nosostros podemos extraer de la lógica de las "soluciones", o las invenciones de la psicosis.
                Esta posición de alumnos de la clínica, dada por la psicosis y su nuevo lugar en la enseñanza de Lacan, trae aparejado una doble modificación: en el plano del saber y en el plano del poder.

                1- Frente a lo que hay que interrogar,  aprender, o  reformular, de los saberes constituidos, los títulos y los diplomas -que son supuestos fundar la especialidad terapéutica de cada uno- éstos resultan relativizados. Se trata menos de un saber que ya está de antemano, que un saber que hay que elaborar. Ahora bien, una posición de investigación, de estudio, de cuestionamiento tiene la inmensa ventaja de contribuir a disipar los efectos imaginarios que comporta toda jerarquización de las formaciones diplomadas en beneficio de la creación de una comunidad de trabajo entre practicantes operando en un mismo campo. Estar entre practicantes, en una posición no jerarquizada a priori en cuanto al saber, se repercute en poder compartir la misma responsabilidad: la responsabilidad de inventar la respuesta el tipo de acompañamiento para asegurar un "trabajo de la psicosis" que generalmente corre el riesgo de encontrar el límite del pasaje al acto o de la transferencia erótico-agresiva. La libido del equipo se inviste entonces en una apuesta en común, en la discusión de las hipótesis en lo que ha tenido efecto y en deducir una estrategia de eso.
      Este vaciamiento del saber previo, redobla así la dispersión natural del "sujeto supuesto saber" que comporta el hecho de una presencia entre varios y nos ubica en una mejor posición que la del "sujeto supuesto saber" para encontrarse con el psicótico que tiene la certeza de saber lo que le pasa, o lo que es la significación de lo que sucede en el lugar del Otro. No olvidemos que si la significación  del "sujeto supuesto saber" puede tener una virtud pacificante para el sujeto neurótico, no sucede lo mismo en la psicosis, en donde el saber se conecta con existencia misma del sujeto. Entonces, el saber no es más "supuesto" sino que se encuentra realizado, por el sujeto, como su referencia de goce.

          Un hombre joven tiene una verdadera pasión por  los Pink Floyd, que aparentemente le viene de su padre. Graba los discos, imita los gestos del baterista, etc. pero tambien desarrolla alrededor de esto toda una interpretación delirante y una agitación invasiva. ¿Hay que alentarlo en esta vía? Por ejemplo, aumentando las ocasiones en las que pueda escuchar esta música, participar en los conciertos, etc. ¿Hay que acompañarlo en otra vía? Ya que cuando se le plantea la pregunata: "¿Hará música más tarde?, por ejemplo profesionalmente, responde: "Hace falta que haga mi asunto del colectivo". Nos enteramos que conoce toda la cartografía de la región, las distancias en kilómetros, las rutas, etc. El es quien organiza los itinerarios de las excursiones[8]. Esta vía mas literal, menos semántica de relación al significante ¿no sería mejor alentarla, en lugar de la dimensión del delirio? He aquí un tipo de problema que puede animar el trabajo en común de un equipo y donde la orientación va a ser diferente según que el centro de gravedad del saber esté ubicado del lado del sujeto o del lado de los tratantes.

2- Entonces, la modificación de la relación al saber que se produce entre los practicantes va a tener una repercusión en otra dimensión de la práctica institucional, ya que depende estrechamente de la referencia clínica que la oriente. Aunque estas situaciones son raramente evocadas en los testimonios y en las presentaciones, no por eso dejan de tener incidencia en los efectos de pacificación y estabilización que se pueden producir para un sujeto, en un contexto de vida común y de cohabitación, que no está excento de tensiones y enfrentamientos.

Sea cual fuera la diversidad de las estructuras institucionales, siempre se presenta una misma dificultad, la de conciliar las exigencias de una solución particular, esa que cada sujeto construye para tratar el retorno invasivo de la pulsión en lo real, con las exigencias de la solución de cada uno de los otros. ¿Cómo intervenir?, ¿qué posición o qué decisión tomar ? Es toda la dimensión del poder que aquí está en juego.
A tal muchacha que no para de ir  a la cocina de la institución para arrasar con todo lo que pueda entrar en su boca, al punto de hacerse un ovillo y gritar delante de la puerta de la cocina cuando está cerrada, el colectivo de practicantes puede decidir, por ejemplo,  permitirle tener mermelada cada vez que lo pida, pero "poco a poco". Lo que le permitirá circular en la institución, ahora con un vaso vacío y algunas veces lleno, pero para interesarse entonces en otra cosa que en la comida.
                La cuestión es mas compleja y el debate será  tal vez mas vivo en cuanto a la posición a adoptar, cuando la bulimia tambien insaciable de tal muchacho lo empujará a vaciar de una sola vez las cajas de leche o los potes de ketchup puestos a disposición de los residentes, llegando a utilizar el dinero de las medialunas del domingo para comprarse sus propias golosinas. La maniobra posible acá es más estrecha, ya que no se trata sólo del goce que invade al sujeto, sino del goce que él puede presentificar para los otros sujetos. Lo mismo que las injurias, los gritos, la borrachera, como también las asiduas declaraciones de amor de algunos, pueden ser amenazantes o persecutorias para otros. En el momento mismo en que le hacemos lugar a la particularidad de un sufrimiento o de una construcción, tenemos también la preocupación de las condiciones institucionales que puedan asegurarle un tal lugar o al menos ser posible para los otros.
                La cohabitación entre varios  -que es la otra cara de una práctica institucional-  no se da sin que se planteen las preguntas acerca una regulación mínima (sin un recurso masivo a la farmacología y con los medios de contención física) que debe a la vez permitir una vida en común  y los efectos de pacificación y de estabilización para cada residente del lugar.
La cuestión de esta regulación muchas veces es confundida  ,de una manera reductora, con el "encuadre" de un reglamento que todo usuario de un servicio de medicina o de un lugar de alojamiento tendría que respetar, como si este encuadre no tuviera incidencias internas sobre la operación clínica o terapéutica que ahí se desarrolla. Con este se corre el riesgo de una repartición del trabajo entre los que se ocupan de este "encuadre" con una misión de guardia y disciplina  -y entonces se ubica a la práctica en una dimensión meramente educativa e insensible a la voz del sujeto- y los que se ocupan de la "escucha". Ahora bien la cuestión de esta regulación tiene una incidencia directa no sólo en la condición elemental de la operación clínica y terapéutica (a saber que el sujeto que  reside en la institución no se fugue de ese lugar aterrorizado por lo que sucede ahí), sino tambien tiene una incidencia en la posibilidad de que en la relación del sujeto al Otro, puede encontrarse con  un Otro  que este "regulado", separado del goce.
Por eso una preocupación de nuestra práctica colectiva es la de orientarnos sobre lo que las psicosis nos enseñan en cuanto a la posibilidad de pasarse del significante del Nombre del Padre para regular o localizar este goce. "Decir que no" al goce del Otro no implica suprimir toda regla  o toda prohibición, ni al contrario encarnar la ley o la función paterna. Implica más bien presentificar un Otro que esté regulado. Enunciar o recordar una regla que regule al Otro mismo, ya sea  que esté ubicado en el conjunto del equipo o en un miembro del equipo, o que se trate de inventar la "regla" que permita contemplar la excepción.

Por ejemplo, Dimitri nos sugiere él mismo la manera en que tenemos que tomar el problema, cuando responde a las acusaciones que hacen contra él otros residentes, de pasearse desnudo en el piso de las mujeres. El nos dice, "que son las enfermeras que quieren verlo desnudo". Entonces, durante la reunión comunitaria se le responde que había sido tomada una decisión: "Aquí, nadie tiene aquí el derecho de obligarte a pasear desnudo. Podés llevar puesto un calzoncillo que es más lindo". Esta respuesta se asemeja a la que dan nuestros colegas que trabajan con niños psicóticos y así pueden, en cierta ocasión dirigirse a otro e incluso retarlo si molesta al sujeto, o le impide que..., o lo obliga a hacer tal o cual cosa.
La maniobra es sin duda mas escabrosa o peligrosa cuando el Otro que amenaza al sujeto no es un tratante sino otro paciente u otros pacientes. La regulación de la vida común, que tiene aquí formas menos risibles que la del pasaje al acto, la desnudez, o la exhibición, como la de la agresión, el robo, la injuria, romper, sin olvidar el alcohol y la droga, no tiene sin embargo (incluso en esos casos) por objetivo apuntar a disciplinar al sujeto. Lo que hace es referirlo a un decir que dice que no al goce. Esto produce más efectos que una regla que expresa la voluntad del Otro.
De aquí podemos deducir un modo de enunciación ( o de recordatorio) de la prohibición que tome lo más posible las vías de eso que en el significante es del orden formal y literal -una cierta solemnidad del tono, el recurso al escrito, reenviar a una instancia colectiva, etc- más que la vía de orden intersubjetivo o semántico. No a la prueba de fuerza, al ultimátum o la intimación en segunda persona, ni tampoco el razonamiento o la persuasión, sino más bien el énfasis del procedimiento o la sobriedad de una formulación en términos de derecho, que se dirigen tanto al equipo tratante como al residente, por ejemplo: " Bajo ningún punto de vista  la vida en común puede autorizar un lenguaje injurioso, ni a los miembros del equipo, ni a los residentes".
Para que las respuestas se orienten en el sentido de presentificar otra dimensión del Otro que no sea la de su voluntad, es decir una dimensión del Ideal o del "orden del mundo", la política del equipo debe aquí cuidarse de un doble escollo: Uno, el de "la regla por la regla misma" en  donde su carácter de absoluto[9] corre el riesgo de re-introducir una forma de ferocidad del Otro que no deje ningún lugar a la particularidad de la defensa subjetiva . El otro, el de "la regla terapéutica", es decir la regla sin aplicación, la regla que sólo es mantenida en función del "estado de salud" del sujeto, ya esta regla corre el riesgo de equivaler a otra forma de  capricho del Otro que no deja de suscitar la inquietud: Por ejemplo el sujeto puede decirnos en una ocasión como esa, "¿Porqué no me dijeron nada?, ¿Porqué hacen una excepción con migo?.
Sobre este punto la indicación que podemos sacar del señalamiento que Lacan formulaba en la época de su tesis sigue siendo válida[10]. Transpuesto a nuestro contexto y en nuestros términos del Lacan ulterior, esto quiere decir que el tratamiento del goce, el tratamiento del goce superyoico, lejos de ser incompatible con la responsabilidad del sujeto, constituye al contrario, la otra cara[11]. Decir que no al goce que atraviesa al sujeto, puede consistir en detener el gesto del individuo. Lo esencial acá, tambien es que el colectivo de los practicantes no se encuentre dividido entre los partidarios de lo "particular" y los partidarios de lo "universal", entre los partidarios del sujeto y los partidarios de la institución, sino que sea el lugar de una orientación de trabajo que ponga en tensión las exigencias, a primera vista antinómicas, a partir del real clínico.

                                                               
Tal vez ustedes encuentren en estas indicaciones una teoría de la institución o una teoría del equipo tratante de la psicosis, más que una teoría del tratamiento de las psicosis. Mi objetivo no era tomar la cuestión del tratamiento de las psicosis como tal, sino el de la recepción de una diversidad de sujetos psicóticos o no, en un marco institucional.
Solamente orientar la practica de la institución (según el principio de una comunidad de trabajo fundada en la clínica), por el vaciamiento que ella comporta a nivel del saber y del querer, parece tambien realizar una conducción propicia al acompañamiento de los sujetos que recibe, y esto no deja de tener efecto tambien en el tratamiento de las psicosis.
Inscribirse en esta práctica entre varios puede ser, para un analista, una ocasión más eficaz de transmisión de la operación freudiana en la clínica y un momento más favorable a su propia formación, que si se pasara todo el tiempo reivindicando un lugar para su "especialidad".  



[1] Orientation analytique dans l'institution psiquiatrique, Re-escritura de una conferencia dada en el Instituto Raul Suarez, Belo Horizonte, octubre 1998. Texto cedido amablamente por Alfredo Zenoni, traducción libre de Marcela Errecondo, autorizada pero no revisada por el autor.
[2] Eric Laurent, El analista ciudadano, en Psicoanálisis y Salud Mental. Ed. Tres Haches.
[3] J. Lacan, Televisión, 1975, pg 50.
[4] Según una formulación de J.-A. Miller, en una carta a D. Beregovoy, Nuncius, boletín de la EEP.
[5] J. Lacan, Conferencias y entrevistas, Scilicet, n° 6/7, Seuil, París, 1976, pg. 32-33
[6] J. Lacan, El Seminario, La ética. Libro VII, Paidós , 1986, pgx 226
[7] Situación evocada durante un seminario de Danielle De Vroede por Jean-Claude Ducos, en la institución la  "Demi-lune" de Bordeaux.
[8] Ver en Mental N°2 , 1996, Editorial de E. Laurent, pg. 7.
[9] J. Lacan, " En el estado actual de las leyes, la represión penitenciaria aplicada con el beneficio de la atenuación máxima  nos parece tener un valor terapéutico igual a la profilaxis asilar, asegurando al mismo tiempo, de la mejor manera, los derechos del individuo y las responsabilidades de la sociedad"
[10] J. Lacan, De la psychose paranoiaque dans ses rapports avec la personalités. París. Seuil, 1975, pg. 276.
[11] A. Zenoni, Volonté de jouissance et responsabilité du sujet. Quarto 73