sábado, 29 de octubre de 2016

EL AUTISMO UN DESAFIO PARA EL PSICOANALISIS
por Marcela Errecondo 


El psicoanálisis tiene un nuevo desafío: el tratamiento del autismo. Debido a la creciente y variada presentación, se ha convertido en una interpelación a diferentes disciplinas como la ciencia, la educación, el derecho, la psicología. ¿Qué tiene para decir el psicoanálisis en esta gran conversación? Se trata de pensar el autismo desde las categorías del psicoanálisis y mostrar una orientación para un tratamiento posible. Pero ¿Cómo se puede llevar esto adelante si están tocados los fundamentos mismos de la invención del dispositivo analítico inventado por Freud?  me refiero específicamente a la palabra. El desafío es entonces teniendo en cuenta los fundamentos del psicoanálisis, sostener un dispositivo de tratamiento diferente al inventado por Freud para las neurosis pero posible para el autismo.
Con Lacan aprendemos que no va de suyo tener un cuerpo, hablar y relacionarse a los semejantes. Son necesarias operaciones muy complejas a partir de lo que podemos llamar el estado nativo del sujeto. El primer estatuto del sujeto  está determinado por el encuentro del lenguaje y el cuerpo que produce un trauma imborrable -troumatismo- y produce un goce opaco, llamado autista. En este sentido todos los seres humanos estamos afectados por este momento que es un grado cero de la palabra, una dimensión  autista. Algunos superan este trauma apoyándose en el poder de la palabra, pasando por el Otro y obteniendo un plus de vida en el lazo social, pero otros se petrifican ante este poder traumático que tiene el lenguaje y no consienten en apoyarse en la palabra, son los llamados autistas en el sentido clínico, que persisten en ese núcleo congelado.

El autismo se refiere a un conjunto de síntomas que impiden o dificultan seriamente el proceso de entrada de un niño en el lenguaje, la comunicación y el vínculo social, se diagnostica entre los pocos meses de vida y los dos años. El ‘congelamiento’ que se produce nos confronta al grado cero de la relación del sujeto con el lenguaje y la palabra.

La característica del sujeto autista es que presenta una ruptura brutal, producto de un rechazo al Otro y su palabra, a veces bajo la forma de un encapsulamiento que lo aísla. Esto hace muy complicada la intervención, sea terapéutica, pedagógica o educativa. El desafío es entonces ¿cómo logramos atravesar esa barrera, ese rechazo, incidir en ese núcleo “congelado”?

Desde la orientación lacaniana, el encuentro con el niño autista no está ritualizado, no tenemos un protocolo, ni una técnica. Por un lado avanzamos con un cierto no saber al mismo tiempo que por el otro, nos orientamos por un cierto saber que es la formalización de la práctica que llamamos clínica.

Lo que ubicamos como fenómenos clínicos, por ejemplo: estar desconectado de todo, un grito, un golpe, un balanceo, una repetición fonemática, un movimiento bizarro, la recolección de pequeños objetos, etc. Todo eso es leído por nosotros y hacemos un signo que se lee, pero no en el sentido de un mensaje, sino como una marca de goce. Así el psicoanálisis se convierte entonces en una práctica que nos conduce siempre a una huella de goce (letra). 

Me interesa señalar que la orientación lacaniana proscribe toda culpabilización de los padres y está comprometida desde hace muchos años en estudiar y actualizar las estructuras significantes y libidinales que subyacen en el autismo y que generan su lógica propia.

Quiero destacar la invitación de E. Laurent a estudiar la distinción del autismo con respecto a las psicosis en general, apoyándose en la lectura que ha hecho J-A Miller  sobre el Uno de goce en la enseñanza de Lacan.
Una primera diferenciación es que los fenómenos de las psicosis están del lado de la ruptura del mensaje, de la cadena significante S1 y S2 y esto tiene que ver con las manifestaciones del delirio y las voces alucinadas en la esquizofrenia y paranoia. El trabajo de la psicosis está en la dimensión simbólica e imaginaria, del sentido delirante.

Mientras que en el autismo no tenemos el mismo tipo de ruptura, sino que se trata de la repetición de un 1, que está totalmente separado, que no re-envía a otro y que al mismo tiempo produce un efecto de goce. E.L nos decía que se trata de una palabra que provoca terror, que es una impronta sobre el cuerpo imposible de borrar -acontecimiento de cuerpo-,  que lo marca como un cuerpo que se goza a sí mismo en un más allá del principio del placer.

Esta es una zona terrible porque los sujetos para tratar de estabilizar la agitación que produce este lleno de goce tratan de extraer algo del cuerpo, a veces se automutilan. Intentan producir un vacío, un agujero, pero como están hundidos en lo real y en lo real no falta nada, no hay agujeros, esto produce una angustia tremenda. Hay un rechazo de la alienación y la separación no tiene lugar.
¿Cómo producir un agujero para poner algo extraído del cuerpo? Trataré de ilustrar esto con una viñeta de un tratamiento llevado a cabo en institución.

Sin forma, sin imagen
Lina es una niña de 4 años, muy menudita para su edad, con cara de viejita. No habla, sólo enuncia sonidos guturales: UUGH, UUGH. Come con las manos, apenas  presta atención a los adultos que se encuentran en la institución, mira de reojo y con miedo a los otros niños. Nos dicen que camina desde hace poco tiempo, pues se negaba a hacerlo. Tampoco gateó, se arrastraba haciendo toda la fuerza con los codos. Para intentar que caminara sus padres la ponían de pie, apoyada contra la pared, se alejaban y la estimulaban a dar unos pasos. Lina caía desplomada de cara contra el piso, sin poner siquiera las manos para resguardarse.
La mayor dificultad en la convivencia con Lina es que no se le entiende cuando pide algo imperiosamente, al no obtenerlo entra en crisis: llora, grita, se retuerce en el piso, se tira del cabello, se arranca la ropa, tira las sillas, el teléfono, la T.V.
Además se cae todo el tiempo, se lastima, se quema con el gas de la cocina, la plancha, los cigarrillos. Se masturba casi constantemente. No controla esfínteres. Deambula mojada de pis y caca, como si eso no le molestara. No se deja tocar, ni vestir, ni peinar. Intentar cambiarle la ropa es como si se le arrancara la piel, una desesperación incontenible. Tratar de hablar para calmarla o retarla no tiene efecto, no puede escuchar, el horror y la angustia aparecen en su cara.
En la institución no participa de las actividades. Está sola con sus objetos: pedazos de revistas, una caja, una prenda.
Nada indica que ahí haya un cuerpo, es un sujeto carente de envoltura corporal, no hay ninguna reacción ante la imagen de su cuerpo que está encerrado en una burbuja de protección ante el Otro. Esta defensa masiva nos indica que está sumergida en lo real en donde no falta nada, nada puede ser extraído. E.L lo ubicó como retorno del goce al borde, a un borde en donde los agujeros están cerrados, indicando así la forclusión del agujero a diferencia de la forclusión significante en la psicosis.
El trabajo apuntará a desplazar este borde, a hacer entrar en función un menos que intente inscribirse en lo real.
Una extracción
Durante un taller mirando una revista arranca la foto de una madre con su bebé en brazos. Pone este recorte en frente de ella a la altura de sus ojos y a partir de ese momento se desplaza mirando esa foto sin chocarse, sin caerse, eludiendo los obstáculos. Si esa foto se rompe, se pierde o se moja, enseguida trata de procurarse una revista y buscar otra foto de una madre con el bebé en brazos para continuar con su deambular, diciendo UGH, UGHH. Un esfuerzo por reducir los equívocos de lalengua, pura iteración del Uno de goce.
Comienza entonces un circuito que tiene en cuenta tanto el espacio dentro de su visión como el que no ve. Este montaje de su cuerpo siempre agarrado a este trozo de revista con la imagen, es un intento de construir un objeto de goce fuera de cuerpo, de armar un circuito que suple la ausencia de borde y le permite una ampliación del trayecto. 
Un cuerpo encerrado
A partir de este momento Lina establece una relación particular a la ropa, la manipula muy delicadamente, tanto la de ella, como la de los otros. Parece muy coqueta, se mira a sí misma su ropa, se sonríe complacida, da unas vueltas y pasa delante del otro para que éste la mire y le diga palabras elogiosas.
Diría que su cuerpo está bordeado, encerrado por la ropa. Es el objeto ‘a’ como horma (E.L./Lacan) que le da una forma al objeto mirada y la articula con el cuerpo, formando un borde del cuerpo como  protección necesaria, ya que bajo estos envoltorios Lina parece no tener la sensación de un cuerpo. Vimos como anteriormente el intento de quitarle la ropa afectaba  su piel misma.
La constitución de la presencia del doble
Lina instalará el doble como suplencia de la identificación imaginaria  que no hay. En ocasiones busca vestirse de manera especular a quien está con ella. Por ejemplo, quiere su pullover sobre los hombros atado por las mangas igual a quien encuentra con ella. Por medio de señas y sonidos se da a entender, pero su pulóver tiene mangas cortas y no es posible atarlo. Lina entra en crisis, llora, el mundo se le desarma. Apenas se le da otro que puede anudar se pacifica y se mira contenta en su partenaire que ha consentido a poner su cuerpo.
En un taller de gimnasia, ubica a la residente en forma paralela a ella y la invita a hacer la misma gimnasia.
Durante la reunión que estamos todos sentados en ronda, ella “acomoda” a las mujeres juntas, trata de que todas tengan las piernas cruzadas para el mismo lado y se pone en la serie con la misma postura. Expresa entonces su sonrisa de satisfacción.
Cuando dibuja en el pizarrón con tiza, suele tomar una tiza con cada mano y hace trazos simultáneos perfectamente simétricos, dejando un espacio en el medio.
 Este mundo doble, o simétrico que ella construye, no implica el funcionamiento del estadio del espejo. Durante un taller que se llama "Coqueterías", el adulto que estaba con ella se maquillaba ante un espejo de mano mientras Lina miraba por detrás de su hombro la imagen en el espejo. Una interrupción obliga al adulto a dejar el espejo sobre la mesa, cuando regresa, Lina tenía el espejo en la mano y estaba pasándole lápiz labial al espejo sin mirarse en él.
 Realización de un circuito del objeto y bordes de goce
En un taller de disfraces comienza siempre poniéndose una misma camisa, después de un rato se la saca y puede probarse otra ropa, pero elige siempre conjuntos de un mismo color o en degradé: pantalón y blusa azul y celeste o pollera y top naranja. También en el taller de construcciones comienza siempre tomando las mismas dos maderas, y luego puede utilizar otras. Arma así cadenas heterogéneas hechas de  cosas discontinuas organizadas como un circuito, con una topología de borde y articulada al cuerpo,  utilizando la ropa para darse un cuerpo y el color para darse unidad, consistencia.
Con todos estos procedimientos Lina ha podido relacionarse con los otros, traer una revista para verla juntos, jugar a que la corran y reír a carcajadas, ayudar en la casa para acomodar, mirar a su semejante y sonreír, acariciar afectuosamente a un compañero.
No olvidaremos de nombrar los efectos sobre el cuerpo: una pacificación de las crisis, control de esfínteres, posibilidad de dormir plácidamente, un uso de las manos que antes no era posible, come con cubiertos, intenta dibujar, manipula los objetos con mayor precisión, saluda al que se va. Ha podido desprenderse un poco del repliegue homeostático del cuerpo encapsulado.
Cuál  es entonces la orientación del PSA? La enunciada por Donna Williams que ha escrito un libro: “necesito un guía que me siga”, agreguemos, a construir eso que pueda hacer suplencia al agujero que no hay por medio de un borde, de circuitos, de un objeto autista y a veces de un doble. Esto le permite el tratamiento del Uno solo de goce para que el  autista pueda salir de su soledad y su aislamiento.
Como reflexión final diré que la ubicación de un real no deja de tener incidencia tanto en el niño autista, como en su familia, su entorno y su futuro, haciendo de ello un sujeto con dignidad sin el estatuto de discapacitado o deficitario, sino con una dimensión de invención y creación que le permite otra manera de estar en el mundo.


viernes, 22 de abril de 2016

Editorial #001


Darío Galante (Buenos Aires, Argentina), Maria Wilma Faria (Belo Horizonte, Brasil) y Elisa Alvarenga (Belo Horizonte, Brasil)

 


Dario Galante














Maria Wilma de Faria


Elisa Alvarenga








Pharmakon Digital, Revista de la Red TYA del Campo freudiano sigue, ahora de manera electrónica, la serie de 13 números de su publicación en papel. Iniciada en 1994 desde su primer número publicado en Buenos Aires por Mauricio Tarrab y Ernesto Sinatra, luego se publicó en Brasil, bajo la dirección de Jésus Santiago y luego nuevamente en Buenos Aires, editado por Luis Salamone.

Debemos hacer un agradecimiento especial a Judith Miller, que ha sostenido e impulsado el trabajo de la Red TyA desde el año 1992 a partir de una primera reunión informal en Caracas. Judith confió, apoyó y sostiene codo a codo con los diferentes responsables y participantes de la Red TYA un trabajo intenso y decidido desde el Campo freudiano para hacer existir en América y en Europa la respuesta singular que el Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana puede dar al tema de las toxicomanías. Judith Miller ha apoyado también fuertemente las ediciones en papel de Pharmakon.

En noviembre de 2014, en la ocasión del I Encuentro de la Red de Toxicomanía y Alcoholismo (TyA) Brasil, cuando Mauricio Tarrab nos propuso que la Revista Pharmakon fuera editada en Brasil, y aún, que fuera on line y bilingüe, no sabíamos realmente el tamaño del desafío que nos esperaba. En un trabajo decidido a seis manos, fuimos tejiendo, con cuidado y rigor, el formato de esta que tenemos hoy el placer de presentarles.

 ¡¡Pharmakon es una realidad!! ... una realidad virtual. Una nueva edición de Pharmakon se ofrece a los lectores. Esta vez, al ritmo de los tiempos que corren, en formato digital. A través de sus textos pueden encontrarse las marcas de lo que ha sido la elaboración del trabajo sostenido por la Red TyA, consecuente con la política del Campo freudiano y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

Mauricio Tarrab, Presidente de la FAPOL (Federación Americana de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana), nos recuerda las palabras de Jacques-Alain Miller: “No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización”. Transformar la Revista de la Red TyA del Campo Freudiano en una Revista virtual es acompañar los pasos de la civilización y tornar el trabajo de la Red TyA visible y legible para cualquiera en cualquier lugar de nuestro mundo globalizado.

El psicoanálisis es una referencia indiscutible para aquellos practicantes que se animan, y hay que resaltar que son cada vez más, a disponer su escucha a aquellos sujetos que se han cruzado en sus vidas con la droga.

Estamos en la incómoda posición de apostar contra lo imposible, frente a la proyección de una civilización sin sujeto, movida por los imperativos de la técnica y del mercado, que dan lugar a múltiplas adicciones. Hacemos una apuesta por la responsabilidad del sujeto toxicómano, no obstante el llamado al goce que hace de la toxicomanía el paradigma de la época que vivimos. En este punto nuestra práctica se cruza con la clínica del cuerpo hablante - que viene sustituirse al inconsciente freudiano - tema del próximo Congreso de la AMP. El Coloquio “Adicciones de nuestro tiempo: variaciones del goce contemporáneo”, que se llevará a cabo en las vísperas del VII ENAPOL  (Encuentro Americano de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana), sobre el tema del “Imperio de las imágenes”, es el marco privilegiado para lanzar el primer número de Pharmakon Digital, sobre “Imágenes e Intoxicaciones”.

El trabajo sostenido en la Red durante más de dos décadas nos permite hablar acerca de cómo entendemos la clínica de las toxicomanías, sus aporías y sus salidas posibles. Ernesto Sinatra, en su entrevista, nos habla de sus últimas investigaciones y nos invita a verificar la eficacia de nuestros conceptos en la época del No-todo, que llamamos de feminización del mundo. Antonio Beneti, por su parte, nos invita a no retroceder frente a la clínica de las toxicomanías, como, hace 50 años, no retrocedemos frente a la clínica de la psicosis, y avanzamos mucho. Delante de los intentos de un cierto discurso religioso, el mismo que quiere reglamentar el psicoanálisis en Brasil y tratar las toxicomanías en comunidades terapéuticas, el psicoanálisis ofrece una desintoxicación de los discursos establecidos para hacer emerger lo singular de cada uno.

En este número ofrecemos al lector, además de las Conferencias, Entrevistas y Contribuciones temáticas, algunas secciones que podrán presentarse de forma efectiva o itinerante en nuestra revista. Una de las nuevas secciones pone en el centro de la escena un debate sobre un término muy asociado, en el ámbito político y judicial, al mundo de las drogas: la adolescencia. Palabra misteriosa, por momentos oscura, aplicada a múltiples formas, que genera multiplicidad de discusiones que no siempre se orientan de la mejor manera.

En la sección Estéticas de Consumo se muestra cómo la cultura, a través del cine, la literatura y el arte en general, toman la delantera y proponen debatir sin tapujos el lugar de las drogas en nuestra sociedad.

Y finalmente, en la sección Clásicos, tenemos un texto de la literatura analítica que fue una referencia para Lacan en relación con las toxicomanías, comentado por cuatro colegas de diferentes  Escuelas, que hacen valer la actualidad de esta lectura para nuestra práctica.

Un agradecimiento también a Mauricio Tarrab, que ha hecho una apuesta por Pharmakon Digital, en dos lenguas, promoviendo así una conversación entre las tres Escuelas de la FAPOL, que extiende sus brazos hacia toda la AMP. Agradecemos a Marcelo Veras, quien hizo una apuesta por TyA Brasil y nos brindó los medios para empezar nuestra Revista, y también a Bruno Senna, nuestro Web Designer, siempre pronto al trabajo junto a nosotros, y a Marcelo Magnelli. Agradecemos, finalmente, a todos los autores, traductores y a los que participaron, con entusiasmo y buenas ideas, al trabajo de elaboración de este primer número de la Revista.

Pharmakon Digital ya está en marcha... ¡Lo invitamos, querido lector, a disfrutarla!

Darío Galante (Buenos Aires, Argentina), Maria Wilma de Faria (Belo Horizonte, Brasil)  y Elisa Alvarenga (Belo Horizonte, Brasil)


Septiembre 2015

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Pharmakon Digital, Revista de la Red TYA del Campo freudiano sigue, ahora de manera electrónica, la serie de 13 números de su publicación en papel.

CITE CICLO 2016

Ciclo 2016

DISPOSITIVOS INSTITUCIONALES.  AUTISMO.PSICOSIS. ADICCIONES

Los 1º y 3º lunes de mes de 20 a 21.30hs en Jujy 1610
Inicio: 16 de MAYO

Este año continuaremos nuestro trabajo sobre el trabajo en instituciones orientados por el psicoanálisis de orientación lacaniana. Las primeras reuniones estarán destinadas a retomar el Taller de autismo y psicosis, en su cuarto año de funcionamiento, para investigar a partir de viñetas clínicas cómo se presenta el cuerpo y sus sufrimientos y ubicar las diferentes modalidades de intervención y tratamiento.
Luego nos interrogaremos sobre las adicciones  y las psicosis, su tratamiento posible.

Dirigido a: psicólogos, pediatras, psiquiatras, asistentes sociales, fonoaudiólogos,  maestros, integradores, acompañantes terapéuticos, estudiantes avanzados y aquellos que se encuentren confrontados al trabajo con sujetos autistas


Entrada no arancelada. Certificados.
Informes en Jujuy 1610 (EOL sección Rosario),  lunes 17 a 20, martes, miércoles y jueves 19 a 22,
tel: 0341 4483764 ,  0341 4402674 , 341 153 672 966.
Inscripción al mail marcelaerrecondo@gmail.com
No es requisito haber asistido el año pasado. Se puede asistir una vez iniciada la actividad.

1er cuatrimestre   TALLER AUTISMOY PSICOSIS

LUNES 16  y 30 de MAYO; 18 de julio de 20 a 21.30hs en Jujy 1610

lunes, 11 de abril de 2016

Palabras desde españa: Entrevista a Vilma Coccoz

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¿Qué aporta el autismo al psicoanálisis?¿Qué queda de la subjetividad del niño autista en los tratamientos actuales? ¿Cuál es el lugar del psicoanálisis en este panorama?


Interrogantes conversados en la entrevista de Radio Lacan a Vilma Coccoz por haber sido el pasado  2 de abril  el día Mundial de Concientización sobre el Autismo.

http://www.radiolacan.com/es/topic/103/9#
Entrevista a Vilma Coccoz con motivo del día Mundial de Concientización sobre el Autismo | Radio Lacan  (link para escuchar entrevista)

viernes, 15 de enero de 2016

EL autismo sin marcadores   por Miquel Bassols

 

Intervención en el Foro Autismo, Barcelona, 11/12/2015 

 

Estamos en una época en la que los modelos clínicos para el tratamiento de las diversas enfermedades se suceden a una velocidad creciente. Y ello es debido en parte a los avances técnicos, tanto en el procesamiento de datos informáticos como en los nuevos equipos de observación no invasiva del organismo humano.

 

Pero los avances tecnológicos no siempre significan un avance en los conceptos que deberían orientar y ordenar la clínica. Más bien puede suceder al revés. Así, en el campo de las llamadas “neurociencias”, lugar de referencia habitual de dichos avances en el campo de la salud mental, se ha señalado con razón el estado más bien precario de la consistencia de los conceptos utilizados. Por ejemplo, y para dar sólo una de las múltiples referencias que hoy encontramos sobre este tema, dos investigadores del Neurocentre Magendie de Burdeos, (Michel Le Moal y Joël Swendsen), han señalado recientemente que “las neurociencias han progresado más sobre la base de avances tecnológicos que no sobre la base de avances conceptuales”. El recurso constante a las nuevas técnicas provenientes de otras ciencias, como las imágenes por resonancia magnética (IRM) o similares, “ha conducido [así] a una visión progresivamente reduccionista del cerebro y de sus funciones”. Por otra parte, tal como señalan los mismos autores, las construcciones psicológicas que intentan escapar a este reduccionismo dejan en el más oscuro misterio buena parte de las conductas individuales observadas: “de hecho —acaban diciendo— la separación entre estas dos aproximaciones nunca ha sido tan grande como ahora”[1]. Así, se constata un progresivo distanciamiento entre los instrumentos diagnósticos y la práctica terapéutica efectiva.

Dicho de otra manera: en este campo, cuanta más precisión existe en las técnicas de exploración, menos se comprende qué se está observando y qué relación tiene con lo que se acaba diagnosticando. Lo que es una muestra más de la creciente independización de la técnica y de sus nuevos recursos en relación a la ciencia que debería saber pensar y orientar su uso. Tal como señalaba Jacques-Alain Miller hace un tiempo en su Curso: “Nos damos cuenta hoy de que la tecnología no está subordinada a la ciencia, representa una dimensión propia de la actividad del pensamiento. La tecnología tiene su propia dinámica”.[2]

Esta dinámica propia de la técnica es la que, de hecho, está arrastrando desde hace unas décadas a la clínica a sus sucesivas remodelaciones. Con respecto a la llamada “salud mental”, y muy en especial en la clínica del autismo, no se trata ya de una remodelación del edificio sino de un cambio radical del propio modelo en sus fundamentos. El clásico manual del DSM, que ha ido extendiendo de manera tan ambigua el término “autismo” hasta transformarlo en ese “trastorno de espectro autista” cada vez más inespecífico, responde a un modelo de descripción estadístico que sus propios redactores están poniendo, como es sabido, cada vez más en cuestión.

No olvidemos que el manual del DSM tuvo de hecho sus primeras inspiraciones en los desarrollos de una clínica psicoanalítica en la que los postfreudianos habían perdido ya la brújula de la propia experiencia freudiana. El furor descriptivo y estadístico fue ganando así la partida hasta hacer hoy de este manual un pesado instrumento cada vez más inoperante para una clínica que, de hecho, despareció en combate ya hace tiempo. 

Con respecto al autismo, el resultado es finalmente de lo más confuso. ¿Qué designa hoy el nombre autismo? Éric Laurent lo ha resumido de manera precisa en su libro La batalla del autismo. De la clínica a la política, donde leemos: “Se puede sacar en todo caso una primera enseñanza de los debates con respecto al autismo: un nombre excede a las descripciones de su sentido. Ya no se sabe muy bien lo que este nombre designa exactamente. Su función clasificatoria produce efectos paradójicos: la clasificación que resulta de ello se revela de lo más inestable”.[3]

Así, las marcas del autismo, en el sentido de los rasgos clínicos que lo definirían, se han vuelto cada vez más imprecisas hasta llegar a ampliarse a rasgos que pueden encontrarse también en el común de los humanos. 

Por supuesto, esta circunstancia es una objeción de principio que no ha pasado desapercibida para los gestores de la salud mental y sus evaluadores. Ante esta confusión creciente, se anuncia ya una nueva clínica, que promete barrer con las imprecisiones y contradicciones de la clínica que parece destinada a pasar pronto a la historia, como la antigua clínica basada en el DSM. Aunque el debate entre las dos orientaciones se ha establecido ya a ambos lados del Atlántico, todo indica que el cambio de modelo será progresivo pero también profundo. Se trata, en efecto, no de una nueva remodelación de la fachada del edificio clínico sino de un cambio de sus fundamentos siguiendo el nuevo modelo de la hoy llamada “Precision Medicine”, la “Medicina de precisión”. Es la orientación marcada por el National Institute of Mental Health americano, que se propone de hecho substituir a la “Evidence Based Medicine”, la medicina basada en la evidencia o en los indicios, que requería de alguna forma de una interpretación de los rasgos clínicos. El modelo de la “Precision Medicine” no tiene por qué hacer ya un recurso al ambiguo testimonio de la palabra del propio sujeto o de sus familiares, palabra siempre equívoca en sus posibles y múltiples sentidos, o a las descripciones y observaciones que se multiplican de manera incesante. El proyecto Precision Medicine Iniciative, anunciado por el presidente Obama el pasado mes de Enero, cuenta con una nuevo instrumento, —además de un enorme presupuesto— , un instrumento absolutamente independiente desde su principio de la palabra y del lenguaje, igualmente independiente de la observación clínica clásica. Este nuevo modelo, bautizado como RDoc (Research Domain Criteria) cuenta con la técnica basada en los biomarcadores.

Un biomarcador es una sustancia que funciona como indicador de un estado biológico. Debe poder medirse objetivamente y ser evaluado como signo de un proceso biológico normal o patológico, o como respuesta a un tratamiento farmacológico. En el registro genético, un biomarcador puede ser una secuencia de ADN detectada como posible causa de un trastorno. Así, el mismo procedimiento que puede utilizarse para la detección y tratamiento de la diabetes o de distintas formas de cáncer, se piensa también utilizable para toda la serie de trastornos mentales, incluido por supuesto el autismo cuando se lo incluye en esta serie. Desde hace un par de décadas, los laboratorios de investigación se han lanzado a la búsqueda de biomarcadores de la más amplia serie de trastornos descritos, con un optimismo exacerbado por los lobbies de la industria farmacéutica y de ingeniería genética, con la promesa de descubrir los biomarcadores que determinarían dichos trastornos. Con respecto al autismo, no había día sin que apareciera un artículo en las revistas científicas con la hipótesis de tal o cual biomarcador, de tal o cual secuencia de ADN que estarían “implicados” —es el término que se suele utilizar— en la determinación del amplio cuadro definido como autismo o como “trastorno de espectro autista”. Hemos reseñado ya algunos en otra parte. El optimismo decrece y va dando lugar a un fundado escepticismo a medida que se encuentran más y más hipótesis imposibles de verificar para un número suficiente de casos. Más bien parece que a cada caso correspondería una configuración específica.

Se da aquí una nueva paradoja, señalada por nuestro colega Dr. Javier Peteiro, propio de la era de las tecnociencias: “Es llamativo que la Biología se haga determinista cuando la Física ha dejado de serlo. Un determinismo absolutamente infundado, genético o neurobiológico persigue dar cuenta no sólo de cómo es un individuo sino de cómo actuará en un contexto dado.”[4] Como reacción a este determinismo infundado, la nueva Biología llamada “de sistemas” sostiene por el contrario la continua interacción entre procesos que pertenecen a niveles distintos de la jerarquía biológica, que van desde lo molecular hasta la totalidad de los órganos, aparatos y sistemas que conforman el organismo.[5] Y en todo caso, esta interacción está lejos de explicar la respuesta singular que cada sujeto da a su complejidad.

En la carrera a la búsqueda de marcadores del autismo, los llamados “candidatos” no han faltado. Hace cinco años, un conocido y polémico artículo publicado por Helen V. Ratajczak, que había sido una de las principales científicas en un notorio laboratorio farmacológico, hacía una recensión de al menos 79 biomarcadores para el autismo, que podían ser medidos en los sistemas gastrointestinal, inmunológico, neurológico y toxicológico del organismo. Les ahorro la enumeración. La propia autora no deja de avisar de entrada sobre la enorme dificultad y complejidad a la hora de definir las condiciones tan heterogéneas que definen el autismo. Y termina afirmando que “no puede considerarse un solo biomarcador como específico para el autismo”, de modo que resulta absolutamente “inadecuado indicar marcadores únicos”[6] para este amplio espectro de trastornos. Por otra parte, muchas veces el autismo resulta sindrómico, es decir secundario con respecto a otros trastornos orgánicos, lo que hace todavía más complejas las hipótesis.

La lista de biomarcadores candidatos sigue, sin embargo, aumentando. El problema no es ya si puede existir o no un biomarcador para el autismo. El problema es que, siguiendo esta vía, no dejan de aparecer cada vez más, en una progresión que tiende infinitesimalmente a definir el conjunto de rasgos que configuran el organismo humano. De ahí el progresivo escepticismo en estas vías de investigación que, por lo demás, no han tenido la menor incidencia en el tratamiento y en la vida de los sujetos con autismo.

Cuando uno se aventura a explorar esta selva de referencias, de las que nadie puede tener hoy una visión de conjunto, se da pronto cuenta de la existencia de un problema de principio. Los investigadores que promueven y llevan a cabo estas investigaciones rara vez son clínicos, es decir, rara vez se han visto confrontados al tratamiento de personas con autismo. Peor aún: buen número de veces —como en el caso que comenté hace poco sobre un nuevo posible candidato situado en la proteína denominadaShank3— los datos han sido extrapolados a partir de la experimentación con roedores, ratones que han sido diagnosticados como autistas por el hecho de observarse en ellos conductas antisociales, o una “anormalidad en la sociabilidad”, después de haberlos privado de dicha proteína. 

De más estaría señalar que la mera idea de diagnosticar a un ratón de “autismo” es un contrasentido absoluto, cuando no un insulto a una tradición clínica que ya tiene suficientes dificultades, como hemos visto, para ordenar el cuadro de fenómenos agrupados bajo este término.

La impresión, después de volver de esta selva de referencias, es que, tanto en los estudios más bienintencionados como en los más inverosímiles (como el que afirma que el plaguicida glifosato producirá un 50% por ciento de niños diagnosticados como autistas dentro de diez años),  ya no se sabe muy bien qué es lo que se está buscando. El autismo es hoy una llave perdida y, como en el cuento de Wenceslao Fernández Flórez, es una llave perdida que se sigue buscando en la noche bajo el farol con la buena excusa de que ahí hay más luz.

Digámoslo así para recapitular: la multiplicación de hipótesis sobre biomarcadores y marcadores genéticos, lejos de arrojar alguna luz sobre la imprecisión conceptual que subyace en la noción de autismo, no hace más que oscurecer el verdadero lugar en el que conviene investigar, el que debe promover nuestro interés para tratar y hacer más soportable la vida del sujeto con autismo. El sujeto con autismo es, en primer lugar y a pesar de las apariencias, un sujeto que tiene algo que decirnos —así lo planteó Jacques Lacan de manera tan simple como subversiva—. Es un sujeto que vive y se debate en un mundo de lenguaje que le resulta tan inhóspito como a veces indiferente, pero que tiene sus leyes propias, leyes que debemos aprender a descifrar en cada caso. Y en este campo, en el campo del lenguaje en el que siempre tratamos al sujeto, las resonancias magnéticas, como suelo decir, sirven de bien poco porque de lo que se trata es de estar atento a las resonancias semánticas, a los sentidos y sinsentidos que atraviesan cada acto, cada momento de la vida del sujeto con autismo.

En este campo de juego del lenguaje el autismo se escabulle, en efecto, de todos los marcadores que queramos emparejarle, ya sea —si me permiten la analogía— con el sistema de marcadores por zonas o  de un marcaje jugador a jugador. Y ello por la sencilla razón de que la verdadera marca del sujeto con autismo se encuentra no en su organismo sino en su objeto, en ese objeto que con el que suele acompañarse con tanta frecuencia, ese objeto que a veces nos parece tan inútil como ineficaz para vivir en el mundo, incluso molesto, aunque otras veces se muestre de una utilidad y de una eficacia asombrosas.

Permítanme aquí un testimonio personal sobre un episodio que sigue hoy muy presente para mí. A finales de los años setenta, tuve la suerte de empezar a trabajar en un centro de educación especial. Ahí me encontré con un niño de siete años, llamado José. Era un niño que no reconocía su imagen en el espejo, que apenas dirigía una palabra a nadie, que sólo gritaba palabras sueltas e incomprensibles, acompañadas de extrañas estereotipias repetidas una y otra vez. José deambulaba frenéticamente por las distintas estancias de la institución, intentando encontrar el perímetro de un espacio que parecía para él tan invivible como imposible de delimitar. Buscaba así desesperadamente un borde en el que alojar su cuerpo, un cuerpo que él mismo experimentaba, precisamente, sin borde alguno. Cuando me encontré con él, José mostraba en su cara dos marcas, dos inquietantes heridas, exactamente simétricas, en sus mejillas, dos marcas que él mismo se abría constantemente. Con estas dos marcas, José se movía de un lugar a otro sin sentido aparente, como si fuera arrastrado por las dos únicas palabras que gritaba a las paredes, dos palabras que eran una en realidad: “Tren-José”. Cuando a veces llegaba a detenerse, su actividad preferida era formar hileras con objetos de lo más heterogéneos, en un tren inmóvil que sólo se hacía un lugar añadiendo, de forma metonímica, un vagón más para llegar a ninguna parte. Quien haya tratado con niños con autismo reconocerá de inmediato este tipo de fenómenos. Son fenómenos de lenguaje a los que prestamos la mayor atención cuando nos orientamos en la enseñanza de Lacan.

Por mi parte, tardé más de seis meses en entender que el tren en cuestión no era para José un objeto exterior a él, no era un objeto constituido y representable fuera de su cuerpo, un cuerpo que carecía de los bordes simbólicos necesarios para distinguir un interior y un exterior. José venía cada día en tren con su madre al centro. Tardé más de seis meses en entender que ese “Tren-José” atravesaba literalmente su cuerpo de manera aterradora, que no había para él distancia alguna con el rugir del tren incrustado en él, que ese rugir seguía resonando en su cuerpo una vez el tren ya había partido. Y que atravesaba su cuerpo siguiendo las dos vías que aparecían exactamente marcadas en su rostro, sin imagen especular posible. 

Con ese descubrimiento hubiera podido tal vez iniciarle en una serie de rutinas adaptativas destinadas a hacerle más soportable el viaje en tren con su madre, y tal vez parar un poco así su ritmo frenético con la esperanza de incrustarle por mi parte las llamadas “habilidades sociales” necesarias para convivir de la buena manera con sus congéneres. No hice nada de eso. Me permití únicamente acompañarle en su deambular frenético por la sala en la que estaba con él y aprovechar los momentos de detención para incluirme yo en la serie de objetos de su tren. Así apareció un buen día un nuevo elemento en el tren de vagón único de sus palabras y vino con un nuevo grito: “Tren-José-Miel”. Entiéndase “Miel” como un trasunto o como una dulce transcripción de mi nombre, si quieren. Lo importante es que ese nuevo vagón fue el inicio de una posible entrada en su vía cortada, el inicio de un extraño vínculo entre “mi” y “él”. Si esa contingencia, casi azarosa, como al pasar, no me pasó por alto fue sin duda porque yo transitaba ya los escritos y los seminarios de Lacan, aunque no lograra entenderlos del todo.

Lo que puedo decir hoy es que si yo hubiera tenido en aquel momento más formación en el Campo Freudiano habría tardado desde el principio no más de seis minutos en entender que en ese “Tren-José” se jugaba toda la estructura de lo que hoy llamamos el “objeto autista”, un objeto sin bordes y que no está localizado a partir de un interior y un exterior del cuerpo, un objeto que es, sin embargo, la vía regia para tratar la insondable decisión del sujeto de rechazar todo vínculo con el otro, todo vínculo que no pasara por esa vía extraña. De este objeto fundamental, principio de todo tratamiento posible, no hay marcadores, sólo marcas que a veces aparecen en el cuerpo, en la lengua o en la imposibilidad de construir uno y otra.

Para localizarlo, no hacía falta ningún escáner, ninguna resonancia magnética, ningún otro medio y presupuesto —entiéndase incluso en su sentido más económico— que haber entendido un poco al menos el aforismo lacaniano según el cual “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”, haber entendido que ahí reside finalmente la eficacia de un tratamiento posible siguiendo su orientación. 

Este episodio me enseñó que el único marcador del sujeto, el más fiable, se encuentra en el lenguaje, y más todavía cuando la palabra se pierde en los laberintos de un cuerpo imposible de construir. El autismo sin marcadores  es el autismo de la palabra, de la lengua privada que debemos aprender a escuchar y a descifrar en las marcas del cuerpo hablante. 

Es un tema de suficiente importancia en la actualidad como para que laAsociación Mundial de Psicoanálisis haya creado un Observatorio sobre políticas del autismo, dedicado a investigar y a proponer acciones siguiendo esta orientación.

Es un problema de actualidad clínica, sin duda, pero lo es porque también es finalmente un problema de civilización, es decir de qué civilización queremos. O bien una civilización de sujetos reducidos a biomarcadores, o bien una civilización de seres de lenguaje que quiera descifrar su destino en una cadena de palabras, por simple que parezca, para tratar su malestar.


Notas:

[1] Michel Le Moal, “Sciences du cerveau : la longue route vers la maturité et le réductionnisme du temps présent”, in Comptes Rendus Biologies 2015. Disponible on-line: http://www.em-consulte.com/en/article/993264 
[2] Jacques-Alain Miller, “Nullibieté”, Cours Orientation lacanienne, 14/11/2007 (inédito).
[3] Éric Laurent, La bataille de l’autisme. De la clinique à la politique. Navarin-Le Champ freudien, Paris 2012, p. 52-53.
[4] Javier Peteiro Cartelle, “Víctima. La presión de las tecnociencias: habitar o ser rehén del cuerpo”, en Freudiana nº 73, Barcelona, Abril 2015, p. 75.
[5] Ver al respecto, Denis Noble, La música de la vida. Más allá del genoma humano. Ediciones Akal, Madrid 2008.
[6] Helen V. Ratacjzak, “Theoretical aspects of autism: biomarkers —a review”, in Journal of Immunotoxicology, 2011; 8(1): 80-94.

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