martes, 17 de junio de 2014

Una modalidad de la transferencia: la pluralización


Marcela Errecondo
Claudia Lijtinstens
Marita Manzotti
Oscar Sawicke 



Introducción 
Trataremos de dar cuenta en nuestra comunicación de las nuevas formas de transferencia, que nos conducen a implementar diferentes modalidades  de abordaje-  en dispositivos no tradicionales.
Los que nos hemos reunido para elaborar esta presentación trabajamos en instituciones, y reconocemos  la fuerza que en la misma cobra el “para todos” al que la practica sanitaria empuja. Es en tensión permanente con ello que, desde la invención de diferentes  dispositivos que permiten un tratamiento de lo real “que se presenta de manera desbordante en los sujetos que consultan  nos proponemos sostener estructuras de funcionamiento menos crueles” 1 para estos niños.
Por la vía de una oferta sostenida por un colectivo o pluralidad de integrantes particularizaremos la oferta de una transferencia pluralizada, que aloje a los niños reconociendo su estatuto de sujetos.  El dispositivo soporte, la práctica entre varios, el trabajo en equipo, dan cuenta de esto.2
Al señalar las dificultades en la instalación de la transferencia que presentan estos sujetos y las formas en que los diferentes dispositivos tratan esta dificultad articularemos los desarrollos de la teoría y la clínica de la orientación lacaniana del Campo Freudiano y expondremos  algunos de los resultados terapéuticos obtenidos.  

Formas de la transferencia 
Sabemos que la transferencia es la relación al Otro en su vertiente de saber y amor, vía el sujeto supuesto saber. Recordemos que el Otro tiene una cara simbólica que cubre o regula la cara de goce. Al fracasar la cara simbólica -lo que se da en psicosis-, el goce se encuentra en primer plano desregulado. La transferencia tomará entonces formas erotomaníacas, persecutorias, con diferentes matices según la modalidad de relación del sujeto al Otro y al cuerpo.
Generalmente la modalidad psicótica nos revela modos máximos de sufrimiento respecto de ese Otro. Un padecimiento que toma la forma de una angustia deslocalizada que invade a estos sujetos a la manera de un padecimiento infinito en el cuerpo y en el pensamiento, produciéndose una propagación difusa de los mismos, sin que ningún simbólico atenúe o filtre tal tendencia. Fracasa la significantización, es decir sus significantes no están ligados por una significación que los regule para leer los acontecimientos del mundo.
El autista, al que ubicamos en la vertiente de los -trastornos de la subjetivación-, presenta una particular desestimación a la afectación del trauma. Al no quedar afectados por la marca de lalangue que orada el cuerpo, produce un fracaso en la operación de corporización3 lo que implica que su cuerpo no está agujereado y hay en ellos un exceso de goce presente en toda la fenomenología corporal que permite pensar la continuidad entre los registros  imaginario, simbólico y real.
En estos niños lo imaginario queda desarticulado y lo simbólico, dado el rechazo radical que opera en torno al mismo, no incide en el recorte y vaciado de goce del cuerpo, verificándose así una perturbación del cuerpo que no hace “síntoma”, esto es que al no corporizar deja a estos sujetos fuera de todo lazo social, es decir, fuera de discurso.
Esto imposibilita la instalación y la utilización de la transferencia de manera tradicional.
¿Qué particularidades se presentan, entonces, cuando la institución misma se anuda al psicoanálisis aplicado de la orientación lacaniana? 
Como lo señala Jacques-Alain Miller podemos ubicar en el Otro el  lugar y el puesto4, que retoman el Otro del lenguaje y el Otro de la palabra. A nivel del lugar, lo simbólico mantiene distancia con respecto a lo real, se presenta como un sistema y lo vemos cuando un sujeto aprende el recorrido de las líneas de colectivos, las calles de una ciudad, el sistema de tuberías de una casa, la clasificación de animales, etc. A nivel del puesto en cambio se produce la coalescencia del Otro y el goce, porque está encarnado en alguien, el terapeuta, la maestra, etc. y lo pulsional es difícil de velar.
De esto podemos deducir ciertas indicaciones, una con respecto al lugar del sujeto supuesto saber en la institución y otra con respecto a la posición de los llamados operadores o intervinientes ante el sujeto psicótico. 

El lugar del sujeto supuesto saber
En los dispositivos para la psicosis, instalar el sujeto supuesto saber produce una coalescencia con el goce que perturbará indefectiblemente a los sujetos psicóticos.
Así mismo, sabemos de la importancia del saber expuesto en el seno del equipo, las lecturas, los debates, la elaboración de lo que el psicoanálisis nos enseña y nos orienta, enmarcado en la transferencia de trabajo, como hipótesis anticipadas y elaboración de los conceptos, de la lógica y la topología.
Apoyándonos en el saber expuesto -un saber sobre las psicosis, su estructura- tratamos de lograr la mejor posición para operar ante un sujeto psicótico. Así el dispositivo -la institución- y sus integrantes pueden sostener  su función de partenaire y aprender lalengua particular de ese sujeto.
Al tomar distancia posible del sujeto-supuesto-saber y proponiéndole un saber abierto, expuesto a la sorpresa, al estupor, a los avatares de la clínica hacemos lugar para que el sujeto psicótico pueda construir su saber no-estándar -. Se trata de un saber no mediado por la significación fálica-, que da cabida a la singularidad y  evita toda identificación a un rol o rendimiento esperado. Para esto es necesario privilegiar la relación y el funcionamiento de cada sujeto con su goce y con el Otro. Este saber no-estandar  le permitirá introducir un “como si” de barra en el Otro y un “como si” de lazo social.
La reunión general, el hipotetómetro, la reunión clínica, dan cuenta de este espacio dedicado al saber expuesto. 

Dispositivos no tradicionales 
Nos encontramos, entonces,  con otra vertiente del psicoanálisis,  no la que toma el dispositivo inventado por Freud para las neurosis, sino la que nos puede dar una orientación para una acción, para una traducción institucional, o una acción y una política en el síntoma social.   
Vemos la utilidad de las dos valencias de lo simbólico: el lugar y el puesto, o el Otro de la palabra y el Otro del lenguaje. En el autista ubicamos el  recurso a lo simbólico en tanto que lugar, en tanto que red, desde el momento que aplica la alternancia repetitiva a su cuerpo, a un objeto a un apéndice que necesita estar regulado y no tener un funcionamiento caprichoso, caso contrario se dan las crisis.
Constatamos que cuando el autista recurre a lo simbólico  en tanto que puesto es mucho más riesgoso y peligroso por el valor de real que toma. Por lo cual nos parece importante que el lugar esté separado del puesto.  Señalemos que esta es una fundamentación para el ‘mas que uno’ o los varios intervinientes, acompañantes, terapeutas.
Entonces, antes de empezar a trabajar, tenemos que preguntarnos en qué posición está el sujeto en relación  al campo de la palabra y del lenguaje.
Cuando la relación del sujeto con respecto al símbolo, a la palabra, al significante es muy frágil (como por ejemplo en el autismo), nos inclinamos por las prácticas que ponen en primer plano esta disyunción del lugar y el puesto, la intercambiabilidad y la des-especialización.
En los casos de sujetos psicóticos que tienen una relación a la palabra, al símbolo, al significante y al lenguaje no tan frágil  hay mayores posibilidades de establecer diferencias de especialidades, como por ejemplo el psiquiatra, la asistente social, la enfermera, el psicólogo o el psicoanalista, los diferentes talleres, etc. Ahí es necesario mantener el lugar de cada uno y el del psicoanalista que lleva adelante la oferta de tratamiento.
Podemos ver, entonces  una  variación y una variedad de la pluralización de la transferencia según los recursos del sujeto.
Veremos como los diferentes dispositivos eficaces en psicosis tienen en cuenta estas coordenadas:
La fundamental requiere que quien trabaje con estos sujetos tiene que encontrar una forma de quedar amputado del ‘goce de mas’-descompletados de un saber, de una voluntad, de un querer- del goce nocivo.
Para esto contamos con la pluralidad de operadores y un espacio de trabajo y elaboración clínica (hipotetómetro, reunión clínica, reunión general, etc.), espacio que nos permitirá presentarnos con un menos o un goce regulado. 

Resultados terapéuticos  
Una existencia basada en el significante es más agradable que una existencia que está en el eje del puro goce, por lo tanto se tratará de inducir a los chicos hacia el lenguaje lo cual no implica inducirlos hacia el dispositivo analítico. Se trata mas bien de la vía de la sinthomatización en donde el cuerpo y el significante que lo parasita están anudados por un gozar específico de lalengua. 
Un niño vocifera: “¡calláte, llorá, reí, dormí!” cada vez que el otro no responde a sus indicaciones. Este imperativo se impone cuando eso no se produce, acompañado de empujones, gritos y golpes para que el otro entre en el lugar donde él sustrae el cuerpo. El equipo a partir de la localización en un detalle- del signo de la relación del sujeto con el goce en el “imperativo categórico kantiano”- articula un espera anticipada  a la indicación de los imperativos con un cierto matiz: dormí, reí, llora pero lo hacen produciendo un malentendido; se ríen llorando, se duermen riendo o lloran durmiendo.
Ante esta situación, se produce un efecto de sorpresa, queda desconcertado, detiene su serie y se ríe. Podemos ver cómo con esta intervención se produce un “efecto sujeto”, un encuentro que acota el goce.
Una invitación a operar a partir de los modos de producción que cada niño sostiene, apoyándose en una hipótesis anticipada producida en el espacio de trabajo del equipo tratante, aun cuando dejen fuera al Otro y cierren el circuito de producción autista sobre sí mismos, les permite a estos sujetos confrontarse  en un encuentro tolerable, soportable, -no por eso menos problemático-, con su propia decisión. Cierto efecto de afectación del cuerpo le permitirá un vínculo tolerable, desde dónde se podrán medir los efectos terapéuticos para estos sujetos. Esta invitación es sostenida en distintas maniobras realizadas por los terapeutas que siempre se presentan ‘mas que uno’.  
Lidia llega a la institución con 13 años, derivada por un juez de menores a raíz de episodios de maltrato en el seno de su familia. Su operación de autodefensa del goce del Otro la mostraba renuente a todo contacto con los demás, esquiva a la iniciativa del Otro. 
A través de la palabra intentaba quitarle consistencia al Otro, intentando unir los dos polos de la sexuación humana, para llegar a confundir (o fundir) la diferencia sexual, no aceptando la no-relación e intentando una sutura simbólica de la misma, a través de una serie de significantes metonimizados, por ejemplo: la Vega viraba a Diego de la Vega, y de allí a El Zorro (vulgarmente  genital femenino) sin llegar a anclarse en ninguno de ellos.
La aproximación cautelosa de los intervinientes se valió de algo siempre repetido por Lidia y era la referencia a que’ la charlaban’, término teñido de características de injuria que la hacía objeto de un mortífero maltrato por la palabra. Así se instaló lo que ella denominó ‘el charlatorio’. Este neologismo daba nombre a aquello en lo que se convirtió la institución para ella: el lugar en donde ir a relatar sus ocurrencias, en las que siempre había un maltratado o ella era  ‘maltratadora’. Cuando se quedaba sin material narrativo, sus acompañantes estaban obligados continuar el relato, dictando siempre ella los cánones del mismo, en el cual el terror, la violencia, la traición debían siempre estar presentes. Esta invención del sujeto sostenida por la institución-partenaire, posibilitó que Lidia hablase, riese, mirase a los compañeros e intervinientes, cada vez más desenvuelta a medida que este encuentro de palabra original se ponía en práctica.
Es a partir de este entramado simbólico- imaginario que se fue construyendo, que Lidia consintió un vínculo diverso al Otro. El resultado fue un viraje - tomando apoyo en una identificación erigida a partir del ingreso de una paciente de su misma edad, de características muy extrovertidas y marcadamente femeninas - en su semblante sexual. El mismo fue provocando, a medida que entraba en ‘el molino del charlatorio’,  la desaparición de las referencias a los personajes ambiguos en cuanto a la sexualidad, acompañado por otro lado de una transformación llamativa de su apariencia.
Estas dos viñetas intentan dar cuenta de cómo el psicoanálisis por la vía de un oferta sostenida por un colectivo o pluralidad de integrantes particulariza la oferta de una transferencia pluralizada, y  aloja a estos niños reconociendo su estatuto de sujetos. 
Es en esta oportunidad, donde la puesta a prueba del psicoanálisis sostiene en las  invenciones posible el “No hay estándar. La única regla para el analista lacaniano es: No a la indiferencia”5. Sostener, alojar, disponer de un espacio, en dispositivos donde sus integrantes pueden aprender lalengua particular de ese sujeto es la vía que el psicoanálisis aplicado habilita para que estos sujetos encuentren la manera de “inventar un artificio que les sirva de punto de detención para la deriva de su vida”.6 





Notas
1. LAURENT, Eric. “Usos actuales posibles e imposibles del psicoanálisis”. Colofón Nº 24.
2. Remitimos a los artículos pertinentes de los autores.
3. MILLER, Jacques-Alain. “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo”.
4. MILLER, Jacques-Alain. “El lugar y el lazo”.
5. LAURENT, Eric. “Los inclasificables de la clínica psicoanalítica”.
6. ESQUE, Xavier. “La puesta en acto de la realidad del inconsciente en la institución”. Colofón Nº 23.



[i] Trabajo presentado en XIV Encuentro Internacional del Campo freudiano Segundo Encuentro Americano Los resultados terapéuticos del psicoanálisis Nuevas formas de la transferencia 5, 6 y 7 de agosto de 2005 Centro Cultural General San Martín Buenos Aires | Argentina