Claudia Lijtinstens
Marita Manzotti
Oscar Sawicke
Introducción
Trataremos de dar cuenta en nuestra
comunicación de las nuevas formas de transferencia, que nos conducen a
implementar diferentes modalidades de abordaje- en dispositivos no
tradicionales.
Los que nos hemos reunido para elaborar esta
presentación trabajamos en instituciones, y reconocemos la fuerza que en
la misma cobra el “para todos” al que la practica sanitaria empuja. Es en
tensión permanente con ello que, desde la invención de diferentes
dispositivos que permiten un tratamiento de lo real “que se presenta de manera
desbordante en los sujetos que consultan nos proponemos sostener
estructuras de funcionamiento menos crueles” 1 para estos niños.
Por la vía de una oferta sostenida por un
colectivo o pluralidad de integrantes particularizaremos la oferta de una
transferencia pluralizada, que aloje a los niños reconociendo su estatuto de
sujetos. El dispositivo soporte, la práctica entre varios, el trabajo en
equipo, dan cuenta de esto.2
Al señalar las dificultades en la
instalación de la transferencia que presentan estos sujetos y las formas en que
los diferentes dispositivos tratan esta dificultad articularemos los desarrollos
de la teoría y la clínica de la orientación lacaniana del Campo Freudiano y
expondremos algunos de los resultados terapéuticos obtenidos.
Formas de la transferencia
Sabemos que la transferencia es la relación
al Otro en su vertiente de saber y amor, vía el sujeto supuesto saber.
Recordemos que el Otro tiene una cara simbólica que cubre o regula la cara de
goce. Al fracasar la cara simbólica -lo que se da en psicosis-, el goce se
encuentra en primer plano desregulado. La transferencia tomará entonces formas
erotomaníacas, persecutorias, con diferentes matices según la modalidad de
relación del sujeto al Otro y al cuerpo.
Generalmente la modalidad psicótica nos
revela modos máximos de sufrimiento respecto de ese Otro. Un padecimiento que
toma la forma de una angustia deslocalizada que invade a estos sujetos a la
manera de un padecimiento infinito en el cuerpo y en el pensamiento,
produciéndose una propagación difusa de los mismos, sin que ningún simbólico
atenúe o filtre tal tendencia. Fracasa la significantización, es decir sus
significantes no están ligados por una significación que los regule para leer
los acontecimientos del mundo.
El autista, al que ubicamos en la vertiente
de los -trastornos de la subjetivación-, presenta una particular desestimación
a la afectación del trauma. Al no quedar afectados por la marca de lalangue que orada el cuerpo, produce un
fracaso en la operación de corporización3 lo que implica que su
cuerpo no está agujereado y hay en ellos un exceso de goce presente en toda la
fenomenología corporal que permite pensar la continuidad entre los
registros imaginario, simbólico y real.
En estos niños lo imaginario queda
desarticulado y lo simbólico, dado el rechazo radical que opera en torno al
mismo, no incide en el recorte y vaciado de goce del cuerpo, verificándose así
una perturbación del cuerpo que no hace “síntoma”, esto es que al no corporizar
deja a estos sujetos fuera de todo lazo social, es decir, fuera de discurso.
Esto imposibilita la instalación y la
utilización de la transferencia de manera tradicional.
¿Qué particularidades se presentan,
entonces, cuando la institución misma se anuda al psicoanálisis aplicado de la
orientación lacaniana?
Como lo señala Jacques-Alain Miller podemos
ubicar en el Otro el lugar y el puesto4, que retoman el Otro
del lenguaje y el Otro de la
palabra. A nivel del lugar, lo simbólico mantiene distancia
con respecto a lo real, se presenta como un sistema y lo vemos cuando un sujeto
aprende el recorrido de las líneas de colectivos, las calles de una ciudad, el
sistema de tuberías de una casa, la clasificación de animales, etc. A nivel del
puesto en cambio se produce la coalescencia del Otro y el goce, porque está
encarnado en alguien, el terapeuta, la maestra, etc. y lo pulsional es difícil
de velar.
De esto podemos deducir ciertas
indicaciones, una con respecto al lugar del sujeto supuesto saber en la
institución y otra con respecto a la posición de los llamados operadores o
intervinientes ante el sujeto psicótico.
El lugar del sujeto supuesto saber
En los dispositivos para la psicosis,
instalar el sujeto supuesto saber produce una coalescencia con el goce que
perturbará indefectiblemente a los sujetos psicóticos.
Así mismo, sabemos de la importancia del
saber expuesto en el seno del equipo, las lecturas, los debates, la elaboración
de lo que el psicoanálisis nos enseña y nos orienta, enmarcado en la
transferencia de trabajo, como hipótesis anticipadas y elaboración de los
conceptos, de la lógica y la topología.
Apoyándonos en el saber expuesto -un saber
sobre las psicosis, su estructura- tratamos de lograr la mejor posición para
operar ante un sujeto psicótico. Así el dispositivo -la institución- y sus
integrantes pueden sostener su función de partenaire y aprender lalengua particular de ese sujeto.
Al tomar distancia posible del
sujeto-supuesto-saber y proponiéndole un saber abierto, expuesto a la sorpresa,
al estupor, a los avatares de la clínica hacemos lugar para que el sujeto
psicótico pueda construir su saber no-estándar -. Se trata de un saber no
mediado por la significación fálica-, que da cabida a la singularidad y
evita toda identificación a un rol o rendimiento esperado. Para esto es
necesario privilegiar la relación y el funcionamiento de cada sujeto con su
goce y con el Otro. Este saber no-estandar le permitirá introducir un
“como si” de barra en el Otro y un “como si” de lazo social.
La reunión general, el hipotetómetro, la reunión clínica, dan cuenta de este espacio
dedicado al saber expuesto.
Dispositivos no tradicionales
Nos encontramos, entonces, con otra
vertiente del psicoanálisis, no la que toma el dispositivo inventado por
Freud para las neurosis, sino la que nos puede dar una orientación para una
acción, para una traducción institucional, o una acción y una política en el
síntoma social.
Vemos la utilidad de las dos valencias de lo
simbólico: el lugar y el puesto, o el Otro de la palabra y el Otro del
lenguaje. En el autista ubicamos el recurso a lo simbólico en tanto que
lugar, en tanto que red, desde el momento que aplica la alternancia repetitiva
a su cuerpo, a un objeto a un apéndice que necesita estar regulado y no tener
un funcionamiento caprichoso, caso contrario se dan las crisis.
Constatamos que cuando el autista recurre a
lo simbólico en tanto que puesto es mucho más riesgoso y peligroso por el
valor de real que toma. Por lo cual nos parece importante que el lugar esté
separado del puesto. Señalemos que esta es una fundamentación para el
‘mas que uno’ o los varios intervinientes, acompañantes, terapeutas.
Entonces, antes de empezar a trabajar,
tenemos que preguntarnos en qué posición está el sujeto en relación al
campo de la palabra y del lenguaje.
Cuando la relación del sujeto con respecto
al símbolo, a la palabra, al significante es muy frágil (como por ejemplo en el
autismo), nos inclinamos por las prácticas que ponen en primer plano esta
disyunción del lugar y el puesto, la intercambiabilidad y la
des-especialización.
En los casos de sujetos psicóticos que
tienen una relación a la palabra, al símbolo, al significante y al lenguaje no
tan frágil hay mayores posibilidades de establecer diferencias de
especialidades, como por ejemplo el psiquiatra, la asistente social, la
enfermera, el psicólogo o el psicoanalista, los diferentes talleres, etc. Ahí
es necesario mantener el lugar de cada uno y el del psicoanalista que lleva
adelante la oferta de tratamiento.
Podemos ver, entonces una
variación y una variedad de la pluralización de la transferencia según los
recursos del sujeto.
Veremos como los diferentes dispositivos
eficaces en psicosis tienen en cuenta estas coordenadas:
La fundamental requiere que quien trabaje
con estos sujetos tiene que encontrar una forma de quedar amputado del ‘goce de
mas’-descompletados de un saber, de una voluntad, de un querer- del goce
nocivo.
Para esto contamos con la pluralidad de
operadores y un espacio de trabajo y elaboración clínica (hipotetómetro, reunión clínica, reunión general, etc.), espacio que
nos permitirá presentarnos con un menos o un goce regulado.
Resultados terapéuticos
Una existencia basada en el significante es más
agradable que una existencia que está en el eje del puro goce, por lo tanto se
tratará de inducir a los chicos hacia el lenguaje lo cual no implica inducirlos
hacia el dispositivo analítico. Se trata mas bien de la vía de la sinthomatización en donde el cuerpo y el
significante que lo parasita están anudados por un gozar específico de lalengua.
Un niño vocifera: “¡calláte, llorá, reí,
dormí!” cada vez que el otro no responde a sus indicaciones. Este imperativo se
impone cuando eso no se produce, acompañado de empujones, gritos y golpes para
que el otro entre en el lugar donde él sustrae el cuerpo. El equipo a partir de
la localización en un detalle- del signo de la relación del sujeto con el goce
en el “imperativo categórico kantiano”- articula un espera anticipada a
la indicación de los imperativos con un cierto matiz: dormí, reí, llora pero lo
hacen produciendo un malentendido; se ríen llorando, se duermen riendo o lloran
durmiendo.
Ante esta situación, se produce un efecto de
sorpresa, queda desconcertado, detiene su serie y se ríe. Podemos ver cómo con
esta intervención se produce un “efecto sujeto”, un encuentro que acota el
goce.
Una invitación a operar a partir de los
modos de producción que cada niño sostiene, apoyándose en una hipótesis
anticipada producida en el espacio de trabajo del equipo tratante, aun cuando
dejen fuera al Otro y cierren el circuito de producción autista sobre sí
mismos, les permite a estos sujetos confrontarse en un encuentro
tolerable, soportable, -no por eso menos problemático-, con su propia decisión.
Cierto efecto de afectación del cuerpo le permitirá un vínculo tolerable, desde
dónde se podrán medir los efectos terapéuticos para estos sujetos. Esta invitación
es sostenida en distintas maniobras realizadas por los terapeutas que siempre
se presentan ‘mas que uno’.
Lidia llega a la institución con 13 años,
derivada por un juez de menores a raíz de episodios de maltrato en el seno de
su familia. Su operación de autodefensa del goce del Otro la mostraba renuente
a todo contacto con los demás, esquiva a la iniciativa del Otro.
A través de la palabra intentaba quitarle
consistencia al Otro, intentando unir los dos polos de la sexuación humana,
para llegar a confundir (o fundir) la diferencia sexual, no aceptando la
no-relación e intentando una sutura simbólica de la misma, a través de una
serie de significantes metonimizados, por ejemplo: la Vega viraba a Diego de la Vega , y de allí a El Zorro
(vulgarmente genital femenino) sin llegar a anclarse en ninguno de ellos.
La aproximación cautelosa de los
intervinientes se valió de algo siempre repetido por Lidia y era la referencia
a que’ la charlaban’, término teñido de características de injuria que la hacía
objeto de un mortífero maltrato por la palabra. Así se instaló lo que ella denominó ‘el
charlatorio’. Este neologismo daba nombre a aquello en lo que se convirtió la
institución para ella: el lugar en donde ir a relatar sus ocurrencias, en las
que siempre había un maltratado o ella era ‘maltratadora’. Cuando se
quedaba sin material narrativo, sus acompañantes estaban obligados continuar el
relato, dictando siempre ella los cánones del mismo, en el cual el terror, la
violencia, la traición debían siempre estar presentes. Esta invención del
sujeto sostenida por la institución-partenaire, posibilitó que Lidia hablase,
riese, mirase a los compañeros e intervinientes, cada vez más desenvuelta a
medida que este encuentro de palabra original se ponía en práctica.
Es a partir de este entramado simbólico-
imaginario que se fue construyendo, que Lidia consintió un vínculo diverso al
Otro. El resultado fue un viraje - tomando apoyo en una identificación erigida
a partir del ingreso de una paciente de su misma edad, de características muy
extrovertidas y marcadamente femeninas - en su semblante sexual. El mismo fue
provocando, a medida que entraba en ‘el molino del charlatorio’, la
desaparición de las referencias a los personajes ambiguos en cuanto a la
sexualidad, acompañado por otro lado de una transformación llamativa de su
apariencia.
Estas dos viñetas intentan dar cuenta de
cómo el psicoanálisis por la vía de un oferta sostenida por un colectivo o
pluralidad de integrantes particulariza la oferta de una transferencia
pluralizada, y aloja a estos niños reconociendo su estatuto de
sujetos.
Es en esta oportunidad, donde la puesta a
prueba del psicoanálisis sostiene en las invenciones posible el “No hay
estándar. La única regla para el analista lacaniano es: No a la indiferencia”5.
Sostener, alojar, disponer de un espacio, en dispositivos donde sus integrantes
pueden aprender lalengua particular
de ese sujeto es la vía que el psicoanálisis aplicado habilita para que estos
sujetos encuentren la manera de “inventar un artificio que les sirva de punto
de detención para la deriva de su vida”.6
Notas
1. LAURENT, Eric. “Usos actuales posibles e imposibles del
psicoanálisis”. Colofón Nº 24.
2. Remitimos a los artículos pertinentes de los autores.
3. MILLER, Jacques-Alain. “Biología lacaniana y acontecimiento del
cuerpo”.
4. MILLER, Jacques-Alain. “El lugar y el lazo”.
5. LAURENT, Eric. “Los inclasificables de la clínica psicoanalítica”.
6. ESQUE, Xavier. “La puesta en acto de la realidad del inconsciente en
la institución”. Colofón Nº 23.
[i] Trabajo presentado en XIV Encuentro Internacional del Campo freudiano Segundo
Encuentro Americano Los resultados terapéuticos del psicoanálisis Nuevas
formas de la transferencia 5, 6 y 7 de agosto de 2005 Centro Cultural
General San Martín Buenos Aires | Argentina