A continuación presentamos la primera parte del artículo “Clínica del
espectro autista”, enviado gentilmente por Jean-Claude Maleval específicamente
para la Antena Infancia y Juventud de Bogotá. el Doctor Maleval es
psicoanalista, miembro de la Escuela de la Causa Freudiana y catedrático de
Psicopatología de la Universidad de Rennes. Es autor de los libros Delirios histéricos disociativos y psicosis (1991), La
lógica del delirio(1997), La forclusión del Nombre del Padre (2000) y
El autista y su voz(2011).
La observación de los pasajes del síndrome de
Kanner al síndrome de Asperger da a luz en los años ochenta al concepto del
espectro del autismo[1] . Lo que ocurrió con Donald Gay Tripplet,
cuyo caso clínico es el número uno descrito en el artículo original de Kanner,
constituye la mejor demonstración y la menos discutible. Observado
alrededor de los años treinta en el Johns Hopkins Hospital de Baltimore,
seguía disfrutando en 2010 de un retiro apacible en el estado del Mississippi.
Tras trabajar de cajero en el banco de sus padres, vivía independiente y
solitario, manejando todavía su carro y practicando el ocio tal como el golf y
los viajes[2]. Semejantes evoluciones constituyen el núcleo duro del
espectro[3]. Sin embargo, resulta difícil precisar los límites de dicho
espectro. En cuanto a las formas más graves, de este lado de la clínica de
Kanner, se encuentra un polo incierto, dado que el diagnóstico diferencial con
la esquizofrenia infantil es a veces bastante complicado. Por el otro lado, más
allá del cuadro clínico de Asperger, se encuentra un polo invisible constituido
por autistas que se independizaron y cuyo diagnóstico ocurre a veces muy
tardíamente, incluso nunca. Aparentemente, las variadas posiciones que
constituyen dicho espectro se podrían referir a diversos tratamientos sobre la
perdida de los objetos pulsionales. La construcción de la imagen del cuerpo se
revela en su dependencia.
Los autistas a los que los psicoanalistas, tales
como Meltzer y Lefort, pasando por Tustin y Bettelheim, dedicaron sus mayores
investigaciones son, en su gran mayoría, autistas “prekannerianos”. Son
autistas que no alcanzaron el nivel de estructuración de los de Kanner, en su
mayoría poco angustiados cuando uno los deja solos con sus objetos. La
localización del goce en un borde, que constituye una defensa característica,
resulta o bien ausente o bien solamente esbozada en los autistas
“prekannerianos”.
La falta de
borde.
Los documentos
clínicos excepcionales conseguidos por Bettelheim, al estudiar a Laurie y
Marcia, y también por los Lefort, por el psicoanálisis de Marie-Françoise,
convergen en discernir que los autistas sin “borde protector” « tienen
miedo de ser destruidos por el mundo » dice el primero[4], mientras que
los segundos consideran que para ellos « hay que destruir el mundo o el mundo
los destruye »[5]. Cualquier entrega de un objeto pulsional agujerea
el cuerpo, de tal manera que es omnipresente la amenaza de una verdadera
castración. Así es lo que Tustin consigue del imaginario de un niño
autista como la presencia central de un hueco negro. Ella lo correlaciona
con la falta de acercamiento del seno materno, con su pérdida no
simbolizada[6], convergiendo así con el análisis de los Lefort mediante el cual
el Otro del autista resulta ser sin falta y, por lo tanto, conlleva un carácter
amenazante. Dado que la falta no está simbolizada, se impone al sujeto una
castración real. Los Lefort ponen énfasis en la percepción del cuerpo
agujereado que describen los “hablante-seres” (parlêtres) autistas.
La primera niña que me asignaron en el hospital solía empezar
invariablemente las sesiones por obstruir de plastilina todos los huecos del
cuarto y, luego, su proprio ombligo. Este tipo de observación no es tan
infrecuente. Los autistas sin “borde”, al tener una relación “transitivista”
con los objetos, se encuentran particularmente preocupados por los huecos, los
de su cuerpo, pero de igual manera con los de su entorno. Los huecos de
la taza de retrete o del lavamanos les preocupan a menudo. Steve está dibujando
un trazo ovalado y comenta « soy yo ». Al terapeuta que
le señala que este trazo se encuentra hueco, él le responde: « quisiera ser
así, sin nariz, ni ojo, ni orejas, ni ano. Así no sale ni entra nada »[7].
Enfatiza Eric Laurent « una intolerancia a los huecos » en los
autistas[8]. Al cruzarse con ésos, movilizan angustias de pérdida y, por lo
tanto, tienden a obstruirlos; mientras que, según Tustin, la entrada en el
juego de una pérdida se siente como « un hueco negro lleno de criaturas
amenazantes »[9]. Nos lo confirma Malika cuando, al enfrentarse con un
hueco en una silla, se pregunta a si misma preocupada «¿qué tal que salga la
muñeca desbaratada si no obstruyes ese hueco[10]? », de tal manera que se
empeña en colmarlo de plastilina mientras comenta «estoy obstruyendo el hueco
para que no llegue una muñeca desbaratada adentro ». Ya había dicho
durante una sesión anterior: « perder la caca, es igual que estar desbaratada »
y en otra sesión se preguntaba a si misma: « ¿una muñeca desbaratada tiene
huecos? ».
Es muy común que se trastornen al descubrir un
objeto roto o incompleto. Tanto las pocas palabras que a veces pronuncian los
autistas más comprometidos (« roto, estropeado, arrancado, golpeado»),
como las agresiones repentinas, los quebramientos y los lanzamientos de
objetos, las puestas en escena violentas (muñecas golpeadas, mordidas,
asesinadas, descuartizadas) revelan temores de perjuicios y de destrucciones.
Según los Lefort, « cuando lo real no está articulado, el pequeño sujeto
está agujereado y el Otro no lo está, lo que puede prefigurar que la castración
de la persona permanece irremediablemente en lo real »[11]. Por no tener
inscrita una falta simbólica en el campo del Otro, los autistas sin borde se
sienten mutilados o convertidos en desechos. Se revelan estorbados por objetos
de goce cuya cesión se vive como una verdadera castración. La retención ilegal
de objetos pulsionales es correlativa de la presencia de un Otro amenazante y
destructor. Con frecuencia padecen de mutismo y encoprésis, tienen la
mirada muerta, se tapan los oídos. Ante un Otro amenazante, pueden tender
a tener actos violentos y conductas autoagresivas (arañarse, morderse,
golpearse la cabeza), hasta la automutilación. En un mundo tan peligroso,
constituye la inercia un método de defensa privilegiado: Marcia se dice a si
misma « una niña fuerte para no hacer nada »[12]. Al no respetar este
trabajo se puede fomentar el desencadenamiento de episodios de violencia.
« Al iniciar el menor movimiento para ayudarla, dice, esta niña totalmente
encogida en si misma y hasta entonces inerte, se arrojaba furiosamente hacia
adelante, se colgaba de nuestra garganta y procuraba estrangularnos »[13].
Los objetos que les llaman la atención para manejar
la perdida en la realidad están convocados por su aspecto concreto y no como
representativos. Rompen y arrojan mucho y usan fácilmente oposiciones al tratar
de dominar el hueco: vaciando y llenando, abriendo y cerrando, rompiendo y
arreglando, etc.
La sintomatología clínica de los autistas sin borde
es muy heterogénea: enseña posiciones subjetivas muy distintas. Si uno los
abandona a ellos mismos, los hay quienes prefieren la automutilación, otros la
inercia, los hay que se ponen hiperactivos, violentos o que tienen tendencia a
fugarse, etc. Todos son solitarios, muestran trastornos del lenguaje y no
hacen demandas. Los comportamientos de inmutabilidad se quedan discretos, a
veces ausentes, de tal manera que hace falta uno de los mayores elementos
para hacer la diferencia con la esquizofrenia infantil. Solo queda el momento
en que aparecen los trastornos: tienen lugar desde el inicio en el autismo,
mientras que, en el esquizofrénico ocurren después de un desarrollo aparentemente
normal durante los primeros años de vida. Esta diferencia que uno
encuentra en la mayoría de los libros contemporáneos resulta poco
discriminativa: existen esquizofrenias insidiosas, mientras que el autismo
puede ser diagnosticado muy tardamente. El polo prekanneriano del autismo es
heterogéneo, mal conocido y difícil de distinguir de las psicosis infantiles.
La evolución que conduce a la construcción o
a la elección del borde resulta ser el mejor elemento clínico para poder hacer
la diferencia. Sin embargo, parece que el autista se dirige hacia los objetos
para manejar su perdida, mientras que el esquizofrénico más bien recurre al
significante. El recurso a objetos o a comportamientos comodín se diferencia
algunas veces de las formas más severas del autismo: Marie-Françoise utiliza a
veces igualmente el marino o el biberón para obturar el ojo, Laurie se
pega al cuerpo de su educadora, Marcia no cesa de operar un manoseo complejo
con sus dedos para aislarse del mundo, etc.Ya Marie-Francoise lleva muy presente
el comportamiento muy característico de coger la mano del otro para hacerle
realizar un gesto que el propio autista podría realizar. Este comportamiento
sirve sobre todo para evitar una solicitud que podría movilizar la falta. Firma
entonces, según los Lefort, « una relación Real con el cuerpo del Otro que
fracasa a recortar ahí objetos »[14].
Sin embargo, en medio de los autistas
prekannerianos, parece que los hay que no se dirigen hacia la construcción de
un borde. Según Tustin, son los más difíciles de curar. Ella hace una
diferencia importante entre los niños « crustáceos », que se quieren
proteger con una « concha », y los niños « amebas », que no
tienen borde. Asegura que estos últimos son « pasivos, flojos y reaccionan solamente
a través de comportamientos puramente fisiológicos, tal como crisis de temblor,
de estornudo, de bostezo, de toz, es decir, en el registro de la expulsión
inmediata[…] En cambio, los niños « crustáceos » interponen un
comportamiento elaborado entre el estimulo y su reacción. Se chupan la lengua,
hacen burbujas de baba, brincan, castañetean, tensan los músculos: tantas
reacciones dominadas por sensaciones para señorear la consciencia de un choque
al cual sucumbieron los niños flojos »[15]. Escribe que procuran rodearse
de una « concha ». Divisa precursores de la construcción del
borde a través de « sensaciones-formas » creadas por sensaciones
corporales suaves tal como el desagüe de la orina a fuera del cuerpo, burbujas
de baba alrededor de la boca, baba untada sobre objetos exteriores, o también
la diarrea y el vómito. Sujetar un objeto exterior, o apoyarse suavemente
contra él, mecerse, revolotear, tanto como movimientos estereotipados de las
manos y del cuerpo pueden producir igualmente esto tipo de sensaciones.
[1] Dovan J. Zucker C. Autism’s First Child.
Atlantic Magazine. October
2010.http://www.theatlantic.com/magazine/archive/2010/10/autism-8217-s-first-child/8227/
[2] Dovan J. Zucker C. Autism’s First Child.
Atlantic Magazine. October
2010.http://www.theatlantic.com/magazine/archive/2010/10/autism-8217-s-first-child/8227/
[3] En la literatura psiquiátrica
internacional, el espectro del autismo se ha desatado de la clínica,
volviéndose así un trastero heterogéneo. Según la CIM-10, abarca ocho
categorías: autismo infantil, autismo atípico, síndrome de Rett, otro
trastorno desintegrativo de la infancia, hiperactividad con atraso mental
y movimientos estereotipados, síndrome de Asperger, otros trastornos
generalizados del desarrollo, y trastorno generalizado del desarrollo sin
precisiones.
[4] Bettelheim
B. La forteresse vide. [1967] Gallimard. Paris. 1969, p. 264.
[5] Lefort
R. et R. Naissance de l’Autre. Seuil. Paris. 1980, p. 273.
[6] Tustin
F. Le trou noir de la psyché [1986]. Seuil. Paris. 1989, p. 30.
[7] Lemay
M. L’autisme aujourd’hui. O. Jacob. Paris. 2004, p. 166.
[8] Laurent
E. La bataille de l’autisme. Navarin/ Le champ freudien. 2012, p. 68.
[9] Tustin
F. Autisme et protection. [1990] Seuil. Paris. 1992, p. 238.
[10] Usaba aqui el « tu » en lugar
del «yo » tal como lo solía hacer.
[11] Lefort
R. et R. Naissance de l’Autre, o.c., p. 411.
[12] Bettelheim
B. La forteresse vide, o.c., p. 285.
[13] Ibid.,
p. 277.
[14] Lefort
R. et R. Naissance de l’Autre, o.c., p. 330.
[15] Tustin
F. Autisme et protection. [1990] Seuil. Paris. 1992, p. 174.
TOMADO DE:
http://infanciayjuventud.co/clinica-del-espectro-autista-primera-parte-jean-claude-maleval/
Texto extraído de : https://practicaentrevarios.wordpress.com